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Del revés: Disneiniano secuestro emocional

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En los años 70 el psicólogo Paul Eckman, en un “darwiniano” trabajo pionero, descubrió que las expresiones faciales de las emociones, en lugar de determinadas culturalmente, son más bien universales y tienen, por consiguiente, un origen biológico. En su primera lista de emociones básicas incluyó la alegría, la ira, el asco, el miedo, la sorpresa y la tristeza. Dos décadas más tarde añadiría a la lista la vergüenza, la satisfacción, el alivio, la culpa, el desprecio y  el orgullo/soberbia, entre otras.




La factoría Pixar ha hecho los deberes de la parte que le ha interesado (¿por qué se ha reducido tanta complejidad a esas 5 caprichosas emociones básicas y quién ha nombrado presidenta a la totalitaria alegría?) y nos ofrece una historia tierna e imaginativa por encima de cualquier producción de animación media, pero por la que, en mi caso concreto, me es imposible no sentir cierta ambivalencia. Y es que hay elementos del film por los que resulta inevitable no caer rendido (la fábrica de sueños o los borradores de recuerdos, por ejemplo) y otros que generan frustración, decepción, tristeza y (por qué no admitirlo) cierta vergüenza ajena (ese paupérrimo inconsciente… ¡ay si Freud y Jung levantaran la cabeza!).




El “inside out” de Riley, su joven protagonista, en lugar de una película, merecía una serie al más puro estilo “Erase una vez… la mente”. En un afán economizador y simplificador y con una mano demasiado larga de “infantilizator blanqueador”, la mente humana, ese eterno gran misterio, ha quedado reducida a una cartesiana, ordenada, pulcra y multicolor sucesión de brillantes y chisposos terrenos perfectamente definidos, delimitados y etiquetados en los que no hay ambigüedades, interconexiones, grisuras, sombras, lados oscuros, o simplemente, mala leche. Pero, ¡oh, my God, la infancia es intocable! ¿Cómo vamos a ser valientes y turbios? ¡Tito Walt nos libre!




Y es que, en realidad, puestos a hacer comparaciones, el cerebro (infantil o no) humano, en lugar de un azucarado parque temático, posiblemente se parezca bastante más al castillo Hogwarts del universo potteril: siempre está en construcción, es oscuro, laberíntico y sucio, fantasmas rondan sus pasillos cómo y cuándo les da la gana, las habitaciones cambian de sitio o mutan de aspecto, hay pasadizos secretos interconectados, las puertas no siempre se abren (o aparecen donde no deben), las escaleras que parecen llevarte a un destino, en realidad, te conducen a un lugar distinto, y siempre hay miembros de slytherin dispuestos a recordarte/mostrarte lo que no quieres ver, sabotearte o tocarte machaconamente las narices.




Tampoco cuela esa idílica y nada disfuncional familia tradicional en la que todo es tan perfecto y blanco (apunte feminista: se mudan por el trabajo del padre y la madre, no sólo parece no tener profesión, sino que, a diferencia de Riley, tampoco siente ningún tipo de rencor hacia el responsable). Un traslado, en una niña con su bagaje emocional y apoyo (su reacción es desproporcionada, precipitada, incoherente con el personaje y muy “by the face”) no es un conflicto o trauma a la altura de una película (aunque sepamos, con sus pinceladas gruesas, que representa la pérdida de la infancia). Al menos, films dirigidos a un público infantil como Big Hero 6 con la muerte del hermano mayor, o incluso, Cómo entrenar a tu dragón, con la mutilación del protagonista, narrando el mismo proceso esencial, se atreven a poner la dosis necesaria de trauma y “asquerosa realidad” a la altura dramática de la historia.




¿Por qué no ha habido más riesgo, más valentía, más arañazos, grisuras y grietas y menos empalago familiar en este muy disneiniano secuestro emocional? ¿Por qué todo es tan férreo, sólido, claro, delimitado y cursi? ¿Por qué convertir desde el principio en capitana y oficial al mando a una sola emoción cuando la navegación SÓLO puede ser conjunta o no ser? "La verdadera patria del hombre es la infancia" escribía Rilke. Pero no hace falta llegar a la preadolescencia y caer en la tristeza, la nostalgia y la melancolía de las pérdidas necesarias, para saber que la dictadura de la alegría infantil más férrea no puede existir, en ningún momento, sin la tristeza y el dolor. No, Disney/Pixar, esa patria idealizada que nos muestras no existe. No ha existido jamás. Incluso Peter Pan, desde Nunca jamás, lo sabía…




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Amy (La chica detrás del nombre): Dear broken doll

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“We only said goodbye with words” le cantaste, una y mil veces, al amor de tu vida. De la misma forma, we only said goodbye with songs. No llegamos a conocerte y tras 2 horas de intenso, doloroso y minucioso documental sobre tu vida, seguimos sin comprender cómo una de las mejores y más personales voces de la historia no encontró “oídos” apropiados en los que pedir ayuda.




Comenzaste a gritar help! muy joven y no dejaste de mandar (intensos, claros, potentísimos) mensajes desde entonces. ¿Cómo no pudimos prever que acabarías formando parte del desafortunado club de los 27?¿Es que a nadie se le congeló la sangre escuchando “They tried to make me go to rehab. I said: no, no, no"?




Asif Kapadia, el director de tu documental, echa mano de un variadísimo y excesivo material de archivo sobre tu corta vida para noquearnos en ocasiones, abrumarnos en otras y (por qué no admitirlo) aburrirnos de vez en cuando. Me gusta mucho más el tono de la primera parte, esa que podríamos titular, en un alarde de originalidad, “cómo nace una estrella” que la segunda, la de la desgarradora e inevitable caída en picado a los infiernos de drogas alcohol, dependencia emocional y autodesprecio.




Sin embargo, me gusta aún menos ese (¿ligero?) tufillo sensacionalista que desprende tu emotivo y turbulento homenaje. En lugar de causalidades y responsables (y es que todos somos víctimas de víctimas y resulta imposible atraer “osos amorosos” cuando llevas toda tu vida en “mode kamikaze”), Kapadia apunta, con un demonizante dedo acusador, hacia 3 culpables: tu padre, tu exmarido y la despreciable prensa amarilla.  And no siree, el todo es más que la suma de sus partes. Y tú lo sabías.




¿Dónde queda, además del autosaboteo y decadencia irreversible, la creatividad de aquellos últimos años, los vínculos que no se deshicieron, las lecciones no narcotizadas o la humanidad no marchita? En Amy, detrás de tu estudiado Ronettes-trashy look de vestidos-corsé, stilettos, moño cardado, pestañas postizas y generosísimo eyeliner, no hemos descubierto un nuevo rasgo o aspecto de tu frágil personalidad que no conociéramos, pero cómo duele recordar tu talento deslumbrante y tu carisma, tu ausencia acusadora y la irrevocabilidad lacerante de las tragedias anunciadas… 






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Zinemaldia 63, day 1: De regresiones, frustración, humo y lágrimas

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El profesor Keating, A.K.A. Robin Williams, parece recordar, hoy con más ahínco,  aquello de “Carpe diem!”, desde el calendario de la fotogramas. Donosti le da la razón eligiendo un día luminoso, y el público de la city, también. Y es que la cola para ver Regression es la más larga que esta humilde reportera recuerda en todos sus años como festivalera. ¿De verdad vamos a entrar todos en el Kursaal? Los bomberos, en un rancio alarde piropil, gritan “¡guapaaaaa!” desde la carretera con la esperanza de que alguna fémina se dé por aludida. Hay cosas que tardarán en cambiar. Y hablando de cambios, ¿habrá cambiado en algo Amenabar tras estos 6 años de silencio post-agoriano? ¿Acertarán las malas lenguas que aseguraban que los Weinstein habían retrasado el estreno yankee del film hasta diciembre debido a las tibias respuestas de los pases previos?

Cuando dos horas más tarde volvemos a salir del edificio de los casi 10.000 cristales, la energía eléctrica pre-proyección parece haberse desvanecido.  Los murmullos del público confirman mi opinión. Regression no es una mala película, Ethan Hawke convence (no puedo decir lo mismo de Emma Watson, a pesar de que me cae fenomenal), resulta sobria y elegante por momentos, y la atmosfera, subrayados aparte, logra transmitir cierta inquietud por momentos, pero se ve con el fastidioso tedio del déjà vu, algunos giros de la trama se intuyen a la legua, el argumento no resulta todo lo potente y original como para engancharnos a la butaca (ritos satánicos again, Alejandro, really?) y, lo más triste de todo, se olvida a los cinco minutos de su proyección.



Si un escocés escoge “Spain is different” para ambientar un film con el tema de la crisis de base y, para más inri, elige el euskera para contarlo, a esa película hay que darle, al menos, una oportunidad.  En Pikadero una joven pareja, sin trabajo ni casa propia, y a pesar de sus intentos, no consigue consumar físicamente su relación. En el film encontramos cosas buenas y menos buenas. Estatismo teatral, letargia, ramalazos de humor populista, descaradísimas y excesivas influencias (desde Wes Anderson a Aki Kaurismaki) y una lenta conclusión subrayada con trazo grueso, pero también frescura, la universalidad emocional desde lo local y la simpatía y ternura que nos provoca la metáfora que plantea: los jóvenes cada vez lo tienen más difícil para consumar la vida.




Los libritos tipo “stop-motion” que aparecen en el “kit del acreditado” con la estrella premio Donosti de turno, representan, mejor que nada, lo que es la película china The Assassin. Intuyes que dentro hay una historia (interesante incluso) bellamente fotografiada, con personajes potentes y puede que una bella love story, pero te exige que seas tú mismo el que haga todo el trabajo y se niega a explicarte elementos clave de la trama. Sin empatía ni complicidad por parte del espectador y media historia mutilada, The Assassinqueda reducida a hermoso y deslumbrante humo.




Como última película de la tarde (y del día para mi), Cesc Gay nos presenta Truman, primera película de la sección oficial a concurso. Ya desde la sala se intuye que se trata de una de esas películas a las que tienes simpatía antes de verla y no es justo. Y es que hay tres cosas que hacen que te tenga ganad@ de antemano: Ricardo Darín, Javier Cámara y, por supuestísimo, el can Truman (y la química enorme que existe entre los tres). Todo nos resulta reconfortantemente familiar y aunque bien es cierto que la originalidad, la creatividad y el riesgo no son sus mejores bazas (y por lo tanto, no parece “conchable”, al menos como mejor película), su buen equilibrio entre drama y comedia (lo cual es complicadísimo teniendo en cuenta el sombrío y doloroso tema que trata) y sus altas dosis de emotividad y ternura la convierten en un film que merece mucho la pena. Eso sí: contraindicada para días tontunos o especialmente emotivos, si habéis sufrido una pérdida de un ser querido y/o si adoráis a los canes.


Anécdota festivalera: Al parecer, fue Ethan Hawke fue quien sugirió a Amenabar su participación en el zinemaldia y de todo el equipo de ausentes, es quien más siente haberse perdido la estancia en Donosti. ¿Le han hablado bien de nuestro festi? ¡Norl! Él parece más interesado en esa frase que cualquier festivalero odia con fiereza leonina: “buen festival, se come muy bien”.

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Zinemaldia 63, day 2: De turbios sicarios y experimentos siniestros

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Con todo el dolor de mi corazón (pero, especialmente de mis castigados e irritados ojos,) me veo obligada a hacerle un salto con pértiga a la primera película del día. Terence Davies presentaba Sunset Song rodada (posiblemente) con su sensible academicismo tan marca de fábrica. Ha despertado opiniones encontradas, y su nota media no parece ser demasiado alta, pero, a pesar de todo, lamento mucho habérmela perdido.

El ya más que habitual Denis Villeneuve, tras su doblete de hace dos años con Enemyy Prisoners, nos ofrece esta vez un intenso thriller de acción bastante más cerca en tono (y espíritu) de la segunda que de la primera. Sicario (sección perlas de otros festivales) va de menos a más. Parece cogerte levemente de la mano al comienzo para acabar echándote un desasosegante pulso. Como thriller da exactamente lo que promete. Sin embargo, a pesar de la sobriedad, la tensión, la oscuridad y el repartazo (todos estupendos, desde una contenida Blunt a un carismático Del Toro), un@ no puede sentir la sensación de que Sicario no es más que una nueva reformulación “jolibudiana” de qualitè de otro films que han tratado anteriormente el mismo tema. Argumentalmente le falta garra y algo de profundidad sobre el mundo que retrata para poder alcanzar el notable.

Con la mente aún puesta el film de Villeneuve, al abrir mi taquilla (la número 333, justo la mitad de la mítica cifra satánica. ¿Qué me querrá decir el universo?), me encuentro con un pasaporte que no es otra cosa que la brillante publicidad del documental Muros que narra historias reales de personas que viven a ambos lados de un muro. Junto con la libretita de Truman, es la promo más agradecida y currada del recién estrenado festival. A quien corresponda: gracias por mimarnos.




Evolution, la segunda película presentada en la sección oficial del día, da respeto desde su sinopsis: “Nicolas es un pre-adolescente que vive en una isla remota habitada solamente por mujeres y chicos, y en donde estos últimos son objeto de misteriosos y siniestros tratamientos médicos”. Escribir una crónica diaria tiene ciertas desventajas, y una de ellas es no tener tiempo de digerir rápida y satisfactoriamente cada una de las obras que componen el atracón festivalero. Confieso que horas después de su visionado, aún no sé si Evolution es un peliculón, una obra fallida o something in between. Lo que sí puedo asegurar es que se desarrolla a dos niveles: el atmosférico-estético-emocional, en el que resulta brillante, atrapa, angustia y hace sufrir (por momentos resulta insoportablemente perturbadora y por otros directamente desagradable), y el narrativo, cuyos hilos resultan tan invisibles por momentos, que no sabes si te encuentras ante una genialidad o una soberana tomadura de pelo. Casi nada se explica en esta siniestra distopia, cado uno debe insuflarle aliento continuamente para que pueda respirar por sí misma, y es aquí cuando el film peca de cierta pretensión al confiar en que el espectador vaya a encontrar satisfactoria tanta evocación y tan pocas respuestas. Su final, precedido por algún ridículo traspiés, eso sí, resulta redondo (como también lo es el del film de Cesc Gay). Sin spoilear nada (no worries!), un@ no puede evitar pensar que no podría acabar de otra manera. Para algunos Evolution encajaba mejor en Sitges que en el Zinemaldia, pero yo agradezco la selección más ecléctica (y menos clásica) posible.




Sin ningún dolor de mi corazón, decido perderme Mi gran noche para poder disfrutar de unas pocas horas de la mía (Alex de la iglesia no es precisamente my cup of tea) y con sólo dos películas el balance del día me resulta un tanto pobre. Saliendo de la “Press zone”, me topo con un pequeño coloquio en los pasillos compuesto, entre otros, por Fernando Trueba, su hermano David y Antonio Resines. Este último se me queda mirando con cara de “te has quedado con ganas de pedirme un autógrafo, y lo sabes”. Alguien comentó en un tweet que quizá el Zinemaldi es un sueño de Resines. Pues eso.

Anécdota festivalera: Darte un bajón monumental al descubrir que el adorable can coprotagonista de Truman ha fallecido y que su sustituta promocional durante estos días es su hija. Saber que Ricardo Darín se emocionó en la rueda de prensa al recordar a su compañero canino de reparto y no poder evitar pensar que “el pibe es tan buena onda que da rabia”.

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Zinemaldia 63, day 3: De túneles de cerezos en flor, filofóbicos en stop-motion y raíces

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Umimachi diary

No se me ocurre mejor forma de empezar el día que con un film de Hirokazu Kore-eda. Y es que a los diez minutos de comenzar Umimachi diary/Nuestra hermana pequeña (sección perlas) ya te ha convertido en su cómplice metiéndote de lleno en la historia y logrando, con una facilidad pasmosa, que te encariñes de todos sus personajes. ¿Cuál será su secreto para que todo sea tan fluido, heartwarming, cercano y deliciosamente naif? Hay una palabra que define esta película (y su cine, en general) mejor que ninguna otra: sakura (flor de cerezo japonés). Umimachi diary (a la que ya han calificado como la Mujercitasnipona, aunque, por algún motivo y neurosis aparte, a mí la que me venía a la mente era Hannah y sus hermanas), no tiene vocación de obra maestra (ni falta que le hace). Es pequeñita y modesta, pero nadie negará que resulta imposible no caer embelesad@ bajo sus deslumbrantes túneles de cerezos en flor. Yo de mayor quiero vivir en una película de Kore-eda (y probar su licor de ciruela).




Anomalisa

A menudo hay que tomar dolorosas decisiones y sacrificar alguna película interesante por otra que, por algún motivo, te resulta más tentadora. En el caso de Anomalisa no hubo ningún Sophie’s choice a la hora de elegirla en lugar de la aparentemente mucho más convencional Sparrows que presentaba la sección oficial. Hay muchas cosas que vemos por primera vez en este film. Y no, no me estoy refiriendo a lo insólito que resulta ver desnudos o escenas de sexo en stop-motion. En ella nos muestran, con una crudeza y una desnudez devastadoras (además de un punto de humor), los efectos secundarios, tales como la soledad, la apatía y la desesperanza, que provoca uno de los males más extendidos (y silenciosos) de nuestra era: la filofobia. Anomalisa no va, como se suele leer en las sinopsis, sobre un hombre gris que es incapaz de conectar con los otros, va sobre un tipo incapaz de “autoalimentarse”, hiperexigente y super selectivo en sus relaciones sociales (todos los personajes tienen el mismo rostro y la misma voz masculina para el protagonista) porque ese es el único método de protegerse del inevitable dolor y evitar una conexión genuina con otro ser humano. Posiblemente, una de las obras de culto de estos deshumanizados y desconectados dosmiles. Dolorosamente lúcida.




Amama

Hay, desde mi punto de vista, tantas cosas buenas como no tan buenas en Amama(sección oficial a concurso). Posee una fuerza visual deslumbrante, buena factura, notables intérpretes y algún emotivo momento para recordar. Sin embargo, trata de dotar de una trascendencia y fuerza poéticas a una historia demasiado pequeñita y alargada en exceso que tenía vocación de cortometraje. Sus subrayados rural-poéticos, en lugar de sutiles, emotivos y frescos, nos resultan forzados, obvios y enfáticos, mientras que posee un ritmo y lenguaje, que por momentos, empalagan y cansan. Interesante y emotiva sí, pero también pretenciosa. La verdadera poesía no se grita al oído, es algo mucho más sutil. Es otra cosa.

Y así acaba un emotivo tercer día, lleno de films que atentan, desde diferentes frentes, contra el músculo más vulnerable y fuerte del cuerpo, al mismo tiempo. Cardíacos, absténganse.


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Zinemaldia 63, day 4: De ídolos enquistados, amores interrumpidos, recuerdos de juventud y distopias noqueantes

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Eva no duerme

Comenzamos el intenso día con Eva no duerme. Pregunta sin resolver: ¿cómo es posible que esta historia no se haya contado antes? El embalsamadísimo cadáver de Evita, esa heroína/villana introyectada (y enquistada) en el inconsciente colectivo argentino como el mayor  ídolo y la mayor agitadora de masas de la historia, fue sacado de Argentina tras un golpe de estado y se mantuvo 20 años oculto para regresar finalmente a su patria a mitad de los años 70 (oséase, 25 años después).

Valiéndose de imágenes de archivo y vertebrado en torno a 3 episodios protagonizados por 3 personajes distintos (“el embalsamador”, “el transportador” y “el verdugo”), esta algo deslavazada mezcla de documental y ficción resulta un interesante y arriesgado experimento socio-político-emocional a medio camino entre la crítica y la fascinación que, en ocasiones, se ve lastrado por sus teatrales formas (atención a la muy realista escena de lucha del segundo episodio). ¿Dormirá Eva ahora?




Vida sexual de las plantas

Y del aún muy presente icono argentino a una pequeña e íntima historia chilena de la sección “Nuev@s director@s” (¡gracias, zinemaldi, por los subtítulos en inglés!) que tiene el ingenioso título de Vida sexual de las plantas. Una pareja enamorada con un pie en el altar y el siguiente en la paternidad, ve bruscamente truncada su felicidad por culpa de un tontuno accidente que deja secuelas psíquicas y psicológicas en el personaje masculino. Ella, botánica de profesión e incapaz de sobrellevar el hecho de que su gran amor se haya convertido en una versión apática e infantilizada de sí mismo, decide cortar la relación. Tiempo después comienza una relación estable pero desapasionada con otro hombre, pero en ningún momento consigue olvidar al hombre que abandonó.

Aunque Sebastián Brahm peque de ambicioso y nos maree y confunda ligeramente con sus elipsis, desaprovechando, en parte, el potencial enorme de esta interesante historia, hay una indudable chispa en este difuminado relato de amores frustrados que sorprende y engancha, gracias a las contenidas interpretaciones de sus protagonistas y la estimulante originalidad de su propuesta. Brahm, no sólo nos muestra a sus personajes sin juzgarlos, sino que resuelve el conflicto de la protagonista de forma más que satisfactoria. Recomendable.




Trois souvenirs de ma jeunesse

La detención y posterior interrogatorio a causa de ciertas irregularidades halladas en su pasaporte resulta el MacGuffin perfecto para retrotraerse a 3 momentos clave de la infancia, adolescencia y primera juventud del protagonista. Sin embargo uno de ellos constituye la verdadera esencia de la película y hace figura sobre el resto: Esther, el gran amor de su vida.

Intensamente romántica, nostálgica y verborreica  (incluso extenuante, en algunos momentos), esta iniciática Trois souvenirs de ma jeunesse (sección Perlas) nos zambulle en una muy bien narrada love story  en la que sus protagonistas se encuentran, al mismo tiempo, distanciados a la fuerza y condenados a estar eternamente enamorados. Y aunque puedan resonar ecos de otras historias similares en nuestra mente o el personaje de Esther nos resulte, al comienzo, absolutamente insufrible y prepotente, contiene momentos de una belleza y un romanticismo deslumbrantes (y ese sorprendente epílogo). Nadie parece darse cuenta, pero Quentin Dolmaire, su talentoso actor protagonista, es clavadito a Taron “Kingsman” Egerton.





High-Rise

Dicen que High-Riseaún no ha encontrado distribuidora en España. El motivo no es que su presupuesto sea desorbitado, sino que el film es una locura absoluta y tan radical y perturbador que es imposible que deje indiferente a un solo espectador. No descubrimos nada nuevo al comentar que el escritor J. G. Ballard se adelantó a su tiempo en plenos años setenta. Tras muchos tumbos e indecisiones, finalmente, Ben Wheatley ha sido el valiente en llevar ésta, una de sus más controvertidas novelas, a la gran pantalla.

Los angloparlates califican como una “dog eat dog situation” aquella en la que una persona haría cualquier cosa para triunfar y llevar a cabo su cometido, independientemente del daño o de las consecuencias que pueda suponer para otros. High-Rise sitúa esta premisa, tanto de forma metafórica como real, en una Babel inmobiliaria o un edificio retro-futurista dividido en estratos sociales que es como un microcosmos en el que todas las necesidades humanas, tanto naturales como inducidas y artificiales, puedan satisfacerse (posee supermercado, gimnasio, piscina y prostíbulo, entre otras. La dependencia hacia la tecnología es absoluta y solo se sale de el para trabajar).

¿Cómo es High-Rise? Noqueante, caótica, brutal, excesiva, psicótica, perturbadora y asfixiante. Funciona, además, a muchos niveles “Dog eat dog” que muestran lo peor de la naturaleza humana. No sólo es una clara crítica al capitalismo neoliberal, sino también al consumismo voraz y a la deshumanización humanista y tecnológica que ya padecemos. Exigente con el espectador, además de no ofrecerle un momento de tregua frente a su degradado espejo, le pide que continuamente rellene los gaps que presentan sus múltiples elipsis. Es una lástima que pierda gas, y se disperse y abuse de la reiteración y el subrayado en su segunda mitad (y también que los personajes no estén tan definidos o presentes como nos gustaría a lo largo del metraje), pero High-Rise es una potencial obra de culto que, sin cansancio plomizo y saturación festivalera mediante, quiero y voy a revisar (atención, además, a la genial versión de S.O.S. hecha por Portishead). Si no figura en el palmarés de esta edición, el jurado demostrará una preocupante ceguera y un nulo sentido del riesgo. Fingers crossed!


Momento fan:

Mañana, si la fuerza me acompaña, asistiré a la rueda de prensa de High-Rise y conoceré a sus 3 intérpretes principales (un semirobótico Tom Hiddleston y el  “gastoniano” Luke Evans se salen en el film). ¡Ganazas! :D

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Zinemaldia 63, day 5: De aprendices encantadores, ruedas de prensa y tipos anodinos

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Bakemono no Ko/ The boy and the beast/ El niño y la bestia

¡La animación llega a la sección oficial! Y lo hace de la mano de Mamoru Hosoda, el interesantísimo director de La chica que saltaba a través del tiempo, Summer Wars o Wolf Children. Escribía alguien en un tweet que “la busqueda de la película del festival no nos deja ver el bosque” y películas como The boy and the beast son el ejemplo perfecto. Vista fuera del zinemaldia, posiblemente, sería apreciada por todo lo que es, en lugar por la animación brillante, novedosa y “festival-standard” que “debería” ser. Y sí, sus hermanas mayores poseen más garra y originalidad, Hosoda no nos cuenta nada que no hayamos visto antes (resuenan desde Karate kid a Star Wars, pasando, incluso, por La bella y la bestia). Tampoco está exenta de cierta descarada moralina de libro autoayuda adolescente, e incluso se la puede acusar de alargarse en exceso o de carecer de personajes femeninos que escapen del cliché, pero ojalá todas las historias, bien de animación o no (¿alguien hace la distinción a estas alturas?) resultasen tan entretenidas, hermosas y bien narradas. Ojalá todos los personajes que nos mostrasen fueran tan queribles. Ojalá todas poseyeran alma.




Y mientras una buena parte de la prensa disfrutaba (o no) de Irrational man lo último del incombustible (y desganado) Woody Allen, yo me encontraba, contra viento, lluvia y marea, en la rueda de prensa de High-Rise, a pocos metros del director Ben Wheatley, Tom “Loki” Hiddleston, Sienna “It girl” Miller y Luke “Hunky” Evans. El mayor protagonismo recayó, lógicamente, en los dos primeros, que hablaron (muy bien) del reto que suponía adaptar una obra de un autor tan polémico cuyo guión primigenio lleva décadas dando tumbos. Para Wheatley, lo brillante de la novela, escrita en plenos años 70, es la forma en la que ha sido capaz de predecir el futuro (“¡Que Dios nos ayude si esto es lo que va a suceder!”, confiesa). Por otra parte, resulta imposible reprimir tu lado fan ante un hombre como Hiddleston. No solo tiene una gran presencia, sino que transmite una serenidad zen y una inteligencia desarmantes. Se ganó a todos los presentes, no sólo al demostrar sus conocimientos sobre la obra de J.G. Ballard, sino al manifestar su cariño hacia una ciudad y un festival que siempre lo han tratado bien (es su segunda visita). La comedida y fibrosa Miller apenas confesó alguna anécdota de rodaje, además de lo fácil que resulta aceptar el papel en un proyecto tan arriesgado siendo fan tanto de Wheatley como del autor de la novela. Nos quedamos con ganas de escucharla y de conocerla más, al igual que al guapérrimo Evans, estupendo en un personaje “gastoniano” que, según sus propias palabras, nunca le ofrecen y que se encuentra muy lejos de su verdadera personalidad. El actor parecía sentirse incómodo y ausente ante tanta pregunta, aunque, en referencia a su amplia participación en musicales, se permitió algún toque de humor al confesar que “era galés y que, por lo tanto, había nacido cantando”. Esto, unido a la confesión de Hiddleston de que había aprendido a bailar en pubs en los noventa, conformaron la doble anécdota musical de la rueda de prensa. Ojalá se hubiera alargado un par de horas más…




El apóstata

¿Os imagináis un Lost in translation patrio con un guión difuminado,  protagonizado por un personaje hostiable y sin carisma, y, lo que es aún más grave, sin una historia interesante detrás? Pues eso, ni más ni menos, es El apóstata. El MacGuffin de la apostasía, en plenos años dosmiles, aunque algo desfasado (habría tenido mucho más sentido en la primera mitad del siglo XX, cuando la religión tenía un notable peso y presencia en la idiosincrasia patria y la vida diaria), podría haberse aprovechado, sin embargo, para hacer una crítica hacia la iglesia y su burocracia a lo David contra Goliat, pero, en lugar de eso, nos presentan a un apático Peter Pan enzarzado en un sinfín de situaciones gratuitas, casposas, forzadas y absurdas sin la menor gracia o interés. Y un@ capta la intención de Federico Veiroj, su director; querría empatizar con su caballero andante urbanita de medio pelo, con su desgana y su desorientación vital, pero lo único que el film le transmite es un tufillo político y pseudofilosófico facilón y empapado en alcanfor.

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El cansancio plomizo, sumado a la hostilidad de este día horribilis, me impiden quedarme a la última proyección de la tarde: El rey de La Habana. Y es que ser humano y dormir poco y mal es lo que tiene…


La anécdota festivalera:

Ante la pregunta de qué colocarían en lo alto de un edificio, los actores de High-Rise parecían coincidir en un restaurante. “¿Qué tipo de comida? Piensa que estamos en San Sebastián” inquirió Miller. Hiddleston, buen conocedor del lugar en el que se encontraba, contraatacó: “tapas”. Pero Sienna, en su primera e incauta visita, se pasó con la mantequilla: “¡El Bullit!”. ¿Cómorl?

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Zinemaldia 63, day 6: De delicias chinas, vergüenzas valientes y telefilms deluxe

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Mountains may depart

Según Jia Zhang-ke, el título inglés de su película (algo así como “Las montañas pueden separarse”)expresa, justo lo opuesto a la traducción de su título en madarín (“Los viejos amigos son como la montaña y el río”). Ambos inciden en “la separación de lo inseparable”, y esta bonita metáfora, a través de tres personajes principales y trasladada a tres momentos temporales distintos (comienza en 1999, sitúa su segundo episodio en 2014 y el tercero en el ¡2025!), le sirve al director chino, no sólo y como viene siendo habitual en su cine, para radiografiar las transformaciones socioeconómicas, culturales y paisajísticas que vive la gran China (o más concretamente, lo que significa el nuevo paradigma capitalista, la sumisión a los valores del dinero y del triunfo, así como la pérdida de las raíces, del idioma y de la identidad cultural), sino para mostrar, de forma lucidísima y proyectado en lo anterior, las consecuencias y las heridas de ser separado de los seres que amas (y lo potencialmente sanador que resultaría ese reencuentro). Cuesta entrar en este imperfecto pero estimulante film, aunque, una vez que se consigue, resulta imposible escapar de su magia. De lo mejor que se ha visto hasta la fecha en este zinemaldia. Mountains may depart (sección perlas) va directa a mi top 10.

‘Aunque los montes cambien de lugar y las colinas se desmoronen, mi amor por ti permanecerá inamovible’.




Lejos del mar

Quería ver el último film de Imanol Uribe, ese que cierra la trilogía sobre el terrorismo tras La muerte de Mikel y Días contados, con la mirada blanca, sin prejuicios ni ideas preconcebidas. Pretendía dejarme transportar por su trama y también tratar de entender su inclusión, aunque fuera de concurso, dentro de la sección oficial. Sin embargo, llega un momento clave, hacia la media hora de proyección, en el que este poético Lejos del mar hace aguas estrepitosa e irremediablemente.

El bagaje cinéfilo de casi tod@s nos ha demostrado, hasta la fecha, que no hay historia que no pueda ser contada, siempre que se encuentre el tono, la sensibilidad y marco adecuado para contarla. La love story entre un ex-etarra y la hija de su víctima, en principio, no resultaría una excepción, pero Uribe, al que hay que reconocerle cierta valentía, cae en todos los errores potenciales convirtiendo un drama en una comedia involuntaria (las risas en la sala de prensa fueron in crescendo a medida que avanzaba el metraje, y ya ha quedado para los anales de la historia del zinemaldi la reiteradísima frase “Te voy a joder la puta vida…”). Y es que tan delicado y complejo tema está narrado con torpeza y psicología de brocha gorda, sin la más mínima complejidad y profundidad y a través de incomprensibles, ridículos e incoherentes cambios abruptos en la personalidad de dos personajes planísimos que fuerzan su arco dramático hasta romperlo. Y si un film resulta sonrojante e increíble a pesar de buen hacer de dos actorazos como son Eduard Fernandez y Elena Anaya, no hay fuerza cósmica ni superhéroe capaz de rescatarlo. Una pena.




Freeheld

Las películas-fórmula son, de alguna manera, como la comida rápida. No hay nada de malo en darse un capricho ocasionalmente, pero no es recomendable alimentarse básicamente de ellas. ¿Y qué hacía un film de estas características dentro de la sección oficial? La rumorología apunta a que su inclusión en “el menú de la SO” era la excusa perfecta para traer a la hasta ahora evasiva Julianne Moore. No ha sido así y hay que ver Freeheld por lo que es: la tópica, previsible y desaprovechada narración de una necesaria cruzada reivindicativa a cargo de dos buenas y carismáticas actrices. Si se entra en ella, logra emocionar y, sorprendentemente, también consigue arrancar más de una carcajada de la mano del todoterreno Steve Carell (interpretando a un personaje real que resulta ridículo y excesivo para unos e hilarante y agradecidísimo para otros). Y a pesar de su innegable condición de impúdico telefilm deluxe hecho para arrancar lagrimones y de gustar, en muchos casos, más por lo que representa que por lo que es, se ve con agrado y resulta un poco más digna que la mayoría de las películas de su género (aunque, eso sí, no deja ningún poso y se olvida con gran facilidad). El premio Sebastiane, posiblemente, ya es suyo.


La anécdota festivalera:

Un festival de clase A, nueve apetecibles secciones, varios estrenos internacionales (entre ellos el del esperadísimo Amenabar), varias estrellas patrias y extranjeras de relumbrón, y lo único que trasciende de nuestro adorado Zinemaldia allende los mares, es el doble modelito (a cuadros made in Vicky Beckham y lencero de Galvan) de Sienna “antes muerta de frío y trendy que abrigada” Miller. ¡Ay, ama!


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Zinemaldia 63, day 7: De solidaridades ambiguas, mafias domésticas, inmersiones en el holocausto y homenajes infantiles

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Una de las peores cosas de un festival de cine y su consecuente atracón fílmico, es la certeza de que el cansancio plomizo y la saturación de historias, impiden valorar y asimilar cada film como se merece. Y es que resulta irónico que las primeras personas que tienen el placer y el privilegio de ver y disfrutar en primicia de una más que interesante selección de películas aún por estrenar (y, por lo tanto, de sentar injustamente cátedra, de alguna manera), se encuentren en una más que dudosa condición física/intelectual/psicológica para hacerlo.

Sin embargo, hay un momento en cada edición (normalmente hacia su segunda mitad) en el que descubres que tu embotado cerebro funciona como una máquina de tetris. Poco a poco, cada film adquiere su forma y su lugar y se redimensiona, transforma, y adquiere/pierde matices. Por lo tanto, consciente de que el frenético ritmo festivalero hace prácticamente imposible no valorar de forma irreflexiva, torpe e injust@ cada film en el momento de visionarlo (miedo me da leer ahora las primeras reviews de esta edición), pido perdón a todas esas víctimas fílmicas colaterales desde aquí.


Les chevaliers blancs

¿Qué tienen en común la última película de ayer (Freeheld) y las dos primeras de hoy (Les chevaliers blancs yEl Clan)? Pues que todas están basadas en hechos reales, aunque probablemente el “basado en…” del film de Joaquim Lafosse sea el más conocido y el que más polémica ha cosechado de las tres.

Jacques Arnault, presidente de la ONG Sud Secours, planea una gran operación humanitaria: él y su equipo piensan sacar de Chad a 300 huérfanos víctimas de la guerra civil y entregarlos a franceses que han tramitado solicitudes de adopción. Sin embargo, inmersos en la brutal realidad de un país en guerra, los miembros de la ONG empiezan a cuestionar sus convicciones y tienen que afrontar los límites de la intervención humanitaria. Y último esto es, tal vez, lo más interesante del film del director belga: proponer un dilema moral sin respuesta. Y el espectador, incapaz de posicionarse entre la disyuntiva mercadeo vs solidaridad, valora el tono documental y la honestidad de Lafosse, pero, al mismo tiempo, echa en falta un mayor calado emocional y se lamenta de la atonía, distancia y frialdad en la que está narrada esta, por otra parte, interesantísima historia. Es una pena. Estos caballeros blancos no sólo resultan demasiado correctos, sino que les falta alma.

“¿Somos cazadores o leones?”.




El Clan

Alguien podría pensar, medio broma o medio en serio, que cuando se nace bajo el apellido Puccio un@ está destinado a caer en el lado oscuro de por vida. Arquímedes, el patriarca (todo un padrino en domestic versión), debía opinar exactamente lo mismo, ya que arrastra sin vacilar (y mediante la manipulación más vil) a todos los miembros de su familia a su siniestro negocio de secuestros-asesinatos caseros sin valorar las consecuencias (y obsequiándonos, de paso, con un escalofriante relato de la (post)dictadura argentina). Pablo Trapero, ganador del león de plata a la mejor dirección por este film (presentado en Donosti en la sección Perlas), ha sido injustamente comparado con Scorsese y De Palma hasta la extenuación, y aunque es cierto que el film carece de una mayor intensidad, calado o garra y se echa en falta un retrato psicológico más minucioso de sus miembros (ni los odiamos ni empatizamos lo suficiente y DEBERÍAMOS despreciarlos), posee contundencia, solidez y cierta fascinación (macabra). Atención a la estupenda banda sonora, llena de temazos de la época y a su uso dentro del film.




Son of Saul

¿Qué tiene que aportar este film al horror del holocausto que no hayamos visto antes?” y “¿Realmente es tan buena como para merecerse el calificativo de obra maestra?” eran las dos preguntas que tenía en mente sobre esta Perla cuando la sala de cine se sumió en la siempre reveladora oscuridad. Y cuando dos horas más tarde nos envolvieron las luces, no tuve la sensación de haber contemplado un film sobre el holocausto: había vivido la incomodísima y aterradora experiencia visual y auditiva de caminar por él. Y es que esta brillante opera prima (¡OPERA PRIMA!), aunque parezca imposible a estas desgastadas alturas, nos ofrece una visión inédita, certera, objetiva y sin el más mínimo sentimentalismo sobre la Shoah. Y todo utilizando la cámara en mano, sugiriendo mediante planos desenfocados, gritos, golpes y sonidos inquietantes, nunca mostrando directamente el infierno (no hay nada más espeluznante que el poder evocador/rellenador de la imaginación). La frialdad en su narración contrarresta con la profundad y desgarradora emotividad de la historia que cuenta, y el espectador, cómplice y preso involuntario, sigue a su sufriente protagonista hasta el final con la doble y ambivalente esperanza de que le sigan asombrando con esta impresionante historia y que todo acabe lo antes posible. Posiblemente, una de las mejores (y más aterradores) experiencias fílmicas que tengamos este año. Dolorosísima, pero absolutamente imprescindible.




Un día perfecte per volar

Hay una persona que agradecerá y apreciará infinitamente esta película de Marc Recha: su hijo Roc, protagonista, junto a Sergi Lopez, de la cinta. Bajo un ejercicio de naturalismo y minimalismo extremo, de dejar fluir la vida (muchos han intentado mostrárnoslo sin impostaciones y sólo unos pocos lo han conseguido), se esconde (o tal vez no) una declaración de amor de un padre a un hijo (en este caso de Marc a Roc). Posiblemente improvisado durante buena parte de sus 70 excesivos minutos, esta oda a la paternidad, a pesar de cierto encanto intermitente, deja fuera de  juego casi desde el comienzo a tod@s l@s que no seamos padres, no nos sintamos fascinados con interminables (y aburridos) cuentos sobre gigantes y/o no nos derritamos ante el genuino y explorador espíritu infantil. Tal vez un metraje bastante más reducido y ciertos elementos que anticipan cierto giro amargo final de la trama, conseguirían situarnos en el paisaje empordanés, con una sonrisa de oreja a oreja y cometa en mano, list@s para retrotraernos a nuestra infancia. Recha, en esta ocasión, y mal que nos pese, no lo ha conseguido.



Mañana es el último día oficial del festival (el viernes l@s acreditad@s sólo podemos asistir a algún pase en caso de que consigamos invitación). ¡Oh, my God, esto se acaba! :(


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Zinemaldia 63, day 8: De terrores prepubescentes, mafiosos chanantes, homenajes maternos y musicales fallidos

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Les démons

De alguna manera, los demonios internos y externos propuestos por el canadiense Philippe Lesage funcionan como el reverso de la edulcorada, simplificada e idealizada infancia que hace muy poco nos mostraba la pixeriana Del revés. La ingrata etapa prepúber, esa en la que coletean la inseguridad, el miedo y la desorientación de tu yo niño mezclados con la inquietante consciencia (y responsabilidad) de los peligros reales del mundo adulto, aparece magníficamente retratada en el film. Félix, su protagonista, un chaval de 10 años sensible, neurótico e imaginativo, percibe el mundo como una abrumadora amenaza constante (el potencial divorcio de sus padres, contraer una peligrosa enfermedad o ser víctima de algún psicópata pederasta, son algunos de sus miedos). Ya ha descubierto esa escalofriante certeza-mazazo universal: por muy sólidos, protectores y estables que parezcan los cimientos y muros de tu guarida, nunca estás realmente a salvo. Y en tratar de asimilar esa lección sin ser devorado por sus miedos, en asumir su responsabilidad y entender el mundo que le rodea, transcurre buena parte del (familiar) viaje que nos propone este denso y pausado thriller psicológico que es Les démons.

Sin embargo, los terrores no transitan, únicamente, por la imaginación de Félix. Sin ser plenamente consciente de ello y en un giro argumental, comprobamos que está continuamente expuesto a un peligro muy real. Y es que esa es otra de las hirientes piruetas-ironías de la vida: el azar como inoportuno y cruel arquitecto de destinos. Tal vez a estos demonios le falten un final más definido y unos cierres menos difuminados en todas sus líneas argumentales. Pero, lamentablemente, la vida también es así: un eterno y obstinado juego de malabarismo en el que, para bien o para mal, todas las pelotas permanecen en el aire.




Black Mass

Al igual que con la argentina El Clan, pesa sobre Black Mass (Perlas) la inevitable y odiosa comparación con las grandes obras gansteriles made by Scorsese, De Palma o Coppola (además de estar igualmente basada en hechos reales). Pero, ¿tiene el film de Scott Copper algo nuevo que ofrecer? La respuesta radicaría en el nudo de su trama: la ayuda que al mafioso James “Withey” Bulger (un recuperado Johnny Depp a pesar de su caracterización algo chanante) le brindó el FBI para erigirse como rey de las calles bostonianas a cambio de su colaboración con chivatazos clave sobre otras bandas rivales. Este novedoso aspecto, sin embargo, resulta tristemente desaprovechado en un film demasiado disperso y que no quiere renunciar a ninguna de las tramas clásicas del género (coralidad, familia, honor, corrupción, traición, extensión temporal, etc), pero que no resulta lo bastante minucioso, profundo y satisfactorio en ninguna. Sus personajes están tan poco definidos que acaban resultando meros refritos olvidables de otros tantos vistos en películas del mismo género. Lamentablemente, por mucho que nos esforcemos, Black Mass se queda, simplemente, en una película mafiosil correcta.




Mia madre

Una sabia y veterana actriz estadounidense asegura que no importa cuándo o en qué circunstancias se pierda a un/a padre/madre, porque siempre es demasiado pronto. Y demasiado pronto y demasiado desestabilizador, este inmisericorde e inevitable proceso de duelo es explorado por Nanni Moretti a través de un alter ego (la fantástica actriz italiana Margherita Buy), con una contención lejos del desgarro y dramatismo de La stanza del figlio. En este caso, el director italiano ha escogido un difícil tono tragicómico, que puede resultar perfecto para algun@s y demasiado “no man’s land” para otr@s. Y es que en lugar de la brutal “inundación emocional” que supuso el duelo de un hijo en el film del 2001, Moretti nos propone olas que nos van envolviendo en su ritmo intermitente, mientras la comedia, representada por un John Turturro inmenso (atención a su hilarante italiano macarrónico) hacen de sana “tabla de salvación”. Y si, resulta convencional (no hay nada en el film que no hayamos visto antes), pero Moretti consigue que su film fluya a través de un tono agridulce perfecto (que se da por hecho y que se infravalora en demasiados casos), y que resulta desarmantemente divertido en unas ocasiones y abrumadoramente triste en otras; además sabe transmitir con convicción esa dolorosa regresión a la infancia (o desestabilizador torrente emocional) que supone perder alla tua mamma, y todo sin necesidad de salir destrozado de la sala. Perla recomendabile, bella e sensibile.




London Road

Aceptamos (y celebramos) que nos propongan un musical alternativo (recitado, n lugar de cantado) basado en una obra de teatro homónima que el propio director, Rufus Norris, dirigió y que tiene como trama principal el asesinato de cinco prostitutas en la England profunda una década ha. Aceptamos que nos lo vendan como Los paraguas de Cherburgo del siglo XXI; e incluso aceptamos que nos adviertan que los testimonios de testigos y ciudadanos componen la totalidad del libreto. Lo que no podemos aceptar es una sucesión de “canciones” sin inspiración y sin garra alargadas, para dolor de nuestros oídos, hasta la extenuación; unas reiterativas letras que sólo los desprogramadores de sectas podrán borrar de nuestra memoria; un conjunto de personajes sosos e indefinidos que no nos transmiten absolutamente nada, y salvo un momento muy puntual, una total y absoluta falta de gracia. Y ni Tom Hardy haciendo de taxista (mira que le gusta conducir últimamente a este hombre), ni una esforzada Olivia Colman consiguen dotar, aunque se brevemente, de cierto interés o brillo a la soserrima trama. Finaliza con un necesario y amargo apunte de denuncia, es lo único positivo que podemos rescatar de los interminables 91 minutos de un fallido London Road que cierra, aunque fuera de concurso, la sección oficial (¡y el zinemaldia!).

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La anécdota festivalera:

Emily Watson, nuestra flamante premio Donosti de este año, ha confesado en la rueda de prensa, entre otras perlas, que aprendió lo que era la actuación gracias a Rompiendo las olas, y que ella, en temas reivindicativos-feministas, a diferencia de otras compañeras de profesión, no se pronuncia. Pues vaya…


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Zinemaldia 63, day 9: De Marcos sin Amedio, pasiones lorquianas, quiniela y conclusiones.

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El noveno y último día del zinemaldi, libre de pases de prensa oficiales, parece destinado a ser una suerte de jornada de reflexión hasta el momento (aproximadamente entre las 21:30-22:00 de la noche) en el que la/el president@ del jurado (en esta ocasión la actriz Paprika Steen), nos desvele su fallo. Pero en lugar de limitarse a tuitear tops 5 o tops 10, o de hacer porras compulsivamente en los bares y cafeterías, el/la acreditad@ medi@, no satisfech@ con la media de 40-50 películas vistas en 8 maratonianos días (hagan cuentas, ladies & gentlemen), aprovecha hasta el último minuto de festival para poder echarse aún más fotogramas a sus sobreestimuladas retinas. E, invitación mediante, nos seguimos encontrando en las colas (tanto que parece que los pases “normales” no se diferencian demasiado de los de prensa). ¿Qué más da que no podamos sentir las piernas, que arrastremos una contractura en los hombros o que los ojos acaben, cada día, cual berenjenas? Como bien me recuerda mia mamma: sarna con gusto no pica.




Adama

Esta producción francesa nos cuenta la historia de Adama, un niño de 12 años que vive en una remota aldea de la África Occidental. Una noche, Samba, su hermano mayor, desaparece y Adama, desafiando la prohibición por su edad, decide ir en su busca. Y esta odisea (al más puro estilo de un Marco fraterno) lo llevará más allá de los mares del norte, al frente de batalla de la Primera Guerra Mundial (estamos en 1916).

A priori, Adama tiene todo lo que necesita un film (de animación o no) para tocar la fibra sensible del espectador: historia emotiva de amor fraterno, cuento de iniciación, drama histórico, “retorno a las raíces” y apunte reivindicativo-racial de personajes habitual e injustamente sin voz (no fueron pocos los soldados africanos que lucharon y murieron en la primera gran guerra), entre otros. Sin embargo, a pesar de tocar todos estos temas y de poseer una bella factura (el film es intachable desde el punto de vista técnico), su odisea nos resulta demasiado ajena, demasiado fría, como si en un intento de huir de innecesarios sentimentalismos (tan habituales en este tipo de producciones), se hubieran olvidado de insuflarle la dosis justa de emotividad o de alma (por mucho que intentemos empatizar y sufrir con su personaje, nos resulta imposible). Adama, mal que nos pese, es un bonito, desangelado, bienintencionado y desaprovechado cuento. Otro más…




Quiniela y top

Y mientras espero pacientemente para ver mi última película, elaboro una pequeña quiniela en mi cabeza (que conste en acta que que me he perdido 3 films que podrían haber alterado mi top 5: Sunset Song, Sparrowsy21 nuits aver Pattie). Por lo tanto, mis pelis favoritas de la sección oficial, más o menos en este orden, son High-Rise, Evolution, The boy and the beast, Les démonsy Truman, y me encantaría que entre las 5 se repartieran el pastel. Si el jurado tiene el mismo sentido del riesgo que el zinemaldi, debería ganar High-Rise y el premio al mejor director tendría que ser para su director, Ben Wheatley. El premio especial del jurado podría caer en EvolutionoThe boy and the beast. Las actrices de Freeheld (Ellen Page y Julianne Moore) podrían rascar algo en el apartado mejor actriz (aunque lo dudo, dado que son estrellas y los jurados de Donosti tienen complejo de ONG); y el mejor actor, por otra parte, podría ir a (suspiro) Tom Hiddleston (aunque lo dudo, por los motivos anteriores), o bien recaería ex aequo en el duo Darín-Cámara en Truman (no tiene sentido que premien a uno sin el otro). El mejor guión me tiene desquiciada. ¡No sé a cuál escoger! Pero… ¡shush, silencio sepulcral! Se apagan las luces y comienza mi última película…




La novia

“¡Ay que sinrazón! No quiero
contigo cama ni cena,
y no hay minuto del día
que estar contigo no quiera,
porque me arrastras y voy,
y me dices que me vuelva
y te sigo por el aire
como una brizna de hierba”.

Tal vez el film de Paula Ortiz sea, más que cualquier otra película presente en esta edición, el test de Rorschach definitivo para conocer la sensibilidad fílmica, estética y lírica (y el nivel de complicidad) del espectador. Si no se habita en el mundo de la sinestesia y/o no se posee una viva imaginación sensorial, la radical propuesta de La novia puede quedarse en una mera sucesión de bonitas postales o de una preciosista y artificial lucha entre el fondo y la forma, donde casi siempre acaba ganando la segunda. En mi caso, por ejemplo (no sé hasta qué punto debido a la altas expectativas o a la saturación fílmica), viví instantes de una belleza abrumadora, junto a otros que me chocaron/chirriaron, sacándome momentáneamente de la película (como, por ejemplo, la versión de un mítico tema de Leonard Cohen en cierta escena clave de lucha).

Sin embargo, a pesar de su potencialmente chocante juego visual, el auténtico protagonista de la obra, ese cuchillito que se clava, sigue siendo el verso lorquiano. Ortiz es fiel a su idiosincrasia y materializa brillantemente todos los símbolos del escritor granadino: la luna (mensajera femenina de la muerte), la sangre (prolongación de la estirpe, oposición entre la vida y la muerte, casta, sexualidad),  el bosque (la pasión más primaria), el caballo (instinto, muerte y potencia masculina), y el color amarillo (la amargura de la tierra seca, que envejece el cuerpo y el alma).

El film, por otra parte (y esto no admite discusiones), resulta sobresaliente tanto en su fotografía, dirección artística, vestuario e interpretación. Una deslumbrante y entregadísima Inma Cuesta, brillante en todos los registros de su personaje (atención a su sensual versión de La Tarara), se clava en tu inconsciente como la novia definitiva, aunque Luisa Gavasa, la suegra terribilis, tampoco le va a la zaga comiéndose la pantalla en cada una de sus apariciones (si el zinemaldi resulta, como viene siendo habitual, la antesala de los Goya, los premios de mejor actriz y mejor actriz de reparto deberían ser suyos).

Y es que La novia, bien extasíe o desespere, es, no sólo un must de la temporada, sino uno de esos films cuya simple existencia hay que celebrar (y ha sido dirigida, cosa aún más tristemente insólita, por una mujer, por lo tanto la celebración es doble). Y es que son las joyitas originales, rompedoras y frescas como esta las que nutren y dotan de alas al cine. ¿Le habría gustado a Lorca? Definitiva y rotundamente, sí.

“Que yo no tengo la culpa,
que la culpa es de la tierra
y de ese olor que te sale
de los pechos y las trenzas”.




Conclusiones

Con el pastel descubierto y el triunfo desapasionado de Sparrows (ya es mala baba que haya ganado uno de los pocos films que no he visto), sólo queda, una desafortunada edición más, digerir la decepción y rumiar las conclusiones.

A tenor de la nota media de las películas presentes en la sección oficial, esta ha sido la edición 6.0. Más bien descafeinada, libre de grandes bodrios, pero también de ese peliculón que despierte un entusiasmo colectivo e incontestable, el sentimiento agridulce se ve incrementado este año por la incomprensible programación (las pelis más arriesgadas, rompedoras e interesantes se presentaron los primeros días, alejando, más si cabe, el poso agrio del dulce).

Sin embargo, no sólo de la sección oficial vive el/la cinéfil@. Las perlas son la apuesta segura que solo ocasionalmente falla, y tanto Nuev@s Director@s como Zabaltegi han tenido buen nivel. Sin embargo, la sección estrella, en esta ocasión, ha sido Horizontes Latinos, donde todas las películas presentes (premiadas y/o muy bien valoradas por la crítica en otros festivales) han traído de cabeza al acreditad@ medi@ por aquello de no estar incluidas en su programación oficial (¡snif!).

Siempre me ha resultado difícil elaborar tops, así que, mis recomendaciones, sin orden de preferencia, solo puedo agruparlas en:

*Películas que me han removido, impactado profundamente, traumatizado, dejado en estado de shock y/o han sido todo un “food for thought”:

High-Rise(Ben Wheatley, S.O), Evolution (Lucile Hadzihalilovic, S.O.) y Son of Saul (László Nemes, Perlas).

*Películas que me han reconciliado con la vida:

Umimachi diary (Hirokazu Kore-eda, Perlas).

*Películas que consiguen que me reenamore del cine:

Mountains may depart (Jia Zhang Ke, Perlas),  Anomalisa (Charlie Kaufman y Duke Johnson, Perlas) yLa novia (Paula Ortíz, Zabaltegi).

*Películas “abrazo cómplice”:

Trois souvenirs de ma jeunesse (Arnaud Desplechin, Perlas),  Bakemono no ko / The Boy and the Beast (Mamoru Hosoda, S.O) y Les démons (Philippe Lesage, S.O.)

*Películas “mantita”:

Truman (Cesc Gay, S.O) y Mia madre (Nanni Moretti, Perlas).

*Películas “subidón adrenalínico”:

El Clan (Pablo Trapero, Perlas) y Sicario (Denis Villeneuve, Perlas).





Sin embargo, y aunque resulte algo paradójico por aquello de la mucha rabia que da, uno de los regalos del festi, es la larga lista de títulos pendientes que han entusiasmado y que tú, por un motivo u otro, no pudiste ver. Mi lista, este año, es:

Perlas: Me and Earl and the Dying girl y Taxi Teheran.

Zabaltegi: Psiconautas  y Un día vi 10.000 elefantes.

Nuevos directores: Le Nouveau.

Horizontes Latinos: El Club, El abrazo de la serpiente, El botón de nácar, Desde Allá, Chronic, Paulina eIxcanul.

Zinemira: Un otoño sin Berlín, Distric Zero y Walls.


Jose Luis Rebordinos, el director del zinemaldi, asegura que “el festival de San Sebastián es un milagro” y yo me lo creo. Y con tres firmes propósitos para la siguiente edición: llevar siempre colirio en el bolso, ver 4/5 películas por día y dormir más de 4 horas por noche, corto y cierro la crónica de la 63 edición del Zinemaldia. Gracias por haberme acompañado en la intermitente (y algo retrasada) travesía.


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Las 15 del 2015

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Aunque posiblemente el más bien regulero 2015 sea recordado, sobre todo, como el año de los reencuentros, secuelas y reboots de míticas e importantes sagas de aventuras y ciencia ficción (Mad Max: Fury Road, Jurassic World, Terminator Genisys, Los juegos del hambre: Sinsajo parte 2, Insurgente, Fast & Furious 7, Los Vengadores: La Era de Ultrón, Misión: Imposible - Nación Secreta, Spectre, y sobre todo, la esperadísima Star Wars: El despertar de la fuerza), también cabe destacar (y así es como yo quiero recordarlo) un nada desechable puñado de títulos que, cual martillo de Thor, han contribuido a golpear, resquebrajar o directamente destrozar (intocables) muros, prejuicios y convencionalismos.

Mientras que Nightcrawlernos muestra una dura y terrorífica radiografía del periodismo sensacionalista en la televisión yankee, Force Mayeur hace lo propio con los roles familiares y la masculinidad hegemónica. Por otra parte, El Clubsupone un esperadísimo y potente izquierdazo contra la hipocresía moral de la iglesia católica; Langosta es una incómoda y dolorosa alegoría sobre las relaciones de pareja, tal y como las conocemos; White God nos regala una maravillosa y conmovedora fábula sobre la represión, el poder y la rebelión de los underdogs, y films como Mad Max: Fury Road, The diary of a teenage Girl, Sicario, Crimson Peaky Star Wars: The Force awakens, nos presentan personajes femeninos insólitamente fuertes, “guerreros”, proactivos y/o desinhibidos (o directamente tridimensionales), reclamando el merecidísimo lugar que la industria hiper machista y los “introyectos cinéfilos” les habían robado desde siempre.

Y ya sin más dilación, para este 2015 guardo en mi baúl, en orden de estreno en Spain:





1-    Birdman (o La Inesperada Virtud de la Ignorancia), Alejandro González Iñárritu (Estados Unidos)

Intenso, inspirado y fascinante “Crepúsculo de los dioses” del siglo XXI, nos muestra tanto la amarga caída en picado de una estrella como los desquiciados entresijos entre bambalinas del mundo del teatro. Con un duelo actoral magistral (inolvidables Keaton-Norton), cuenta, además, con un equilibradísimo y agridulce guión a la altura de ambos, plagado de frases para el recuerdo. No inventa nada nuevo, pero se siente vibrante, inmensa y magnética.





2-    Nightcrawler, Dan Gilroy (Estados Unidos)

Te gustaría mirar hacia otro lado, fingir que se trata de una parodia y que hay cosas que sólo pueden ocurrir en la ficción, pero en tu fuero interno sabes que todo parecido con la realidad NO es pura coincidencia. Descarnada, inquietantísima, asfixiante y más que desagradable, con un escalofriante y muy psicópata Jake Gyllenhaal a la cabeza, el periodismo sensacionalista (¿más allá del Atlántico?) es esto.





3-    Ex_machina, Alex Garland (Reino Unido)

Puede que esta turbadora mezcla de ciencia ficción, thriller psicológico y drama, a priori, parezca no ofrecer nada nuevo, pero a medida que avanza su trama, se van hilvanando algunas ideas y reflexiones de forma inteligente y fresca, de tal forma que logra que nos enfrentemos al conocido conflicto hombre vs máquina con una luz nueva. Está lejos de ser una feel-good movie (más bien todo lo contrario), pero su inteligente, satírica y reflexiva guerra de sexos bien vale un ticket hacia el país de las pesadillas.





4-    A most violent year/ El año más violento, J.C. Chandor (Estados Unidos)

Una atmósfera tensa, viciada y opresiva, fotografiada en tonos beige, envuelve esta crónica de la degradación moral que se ve con ese desasosiego y malrollismo de las tragedias, en las que el bad ending resulta inevitable. Protagonizada por la pareja Isaac-Chastain en estado de gracia, en ningún momento nos muestra esa violencia explícita y descarnada que suele abundar en films del mismo género. Lo suyo es una violencia soterrada, sutil, implosionada.





5-    Force Majeur (Tourist)/ Fuerza mayor, Ruben Östlund (Suecia)

¿Puede un sólo gesto de egoísmo y cobardía abrir una grieta lo suficientemente potente como para cuestionar una identidad y un rol (anquilosado) dentro de una relación? ¿La pareja, como la conocemos, está en peligro de extinción? Fuerza Mayor, además de responder a estas preguntas, desentierra “hanekemente” todo aquello que se esconde, convenientemente, bajo la nieve, de cara a todas las galerías.





6-    Song of the sea/ La canción del  mar, Tomm Moore (Irlanda)

La delicadeza hecha película. Visualmente deslumbrante y profundamente tierna y conmovedora, esta preciosa leyenda irlandesa, no sólo enamora a público de todas las edades (y sensibilidades), sino que, aún mucho tiempo después de su visionado, te sigue reclamando a través de sus nada engañosos cantos de sirena. En mi modesta opinión, la película de animación del año.





7-    Phoenix, Christian Petzold (Alemania)

Un argumento tan aparentemente poco creíble (una mujer que se reconstruye quirúrgicamente el rostro tras ser torturada durante la segunda guerra mundial, “aprende” a hacerse pasar por ella misma, al estilo Vértigo, guiada por su interesado marido, que la cree una doble de su difunta esposa), se vuelve fascinante gracias a una cuidada e intensa atmósfera y el magnífico trabajo interpretativo de sus protagonistas (especialmente de una genial Nina Hoss). Por si esto no fuera suficiente, Phoenixtiene un final tan redondo y deslumbrante que intensifica y revaloriza toda la película.






8-    White God, Kornél Mundruczó (Hungría)

En la inspiradísima lucha entre el bien y el mal que nos plantea este moderno cuento de hadas, no posicionarse o replantearse cuál es tu escalón de responsabilidad y privilegio es imposible. ¿Nos aporta algo valioso, como sociedad, el abuso de todos los considerados “inferiores”? ¿Nos condenamos como individuos con cada acto de no empatía hacia aquellos que pertenecen a una diferente etnia, raza, cultura, orientación sexual o especie? ¿Todo el sufrimiento innecesario que causamos vuelve a nosotros? El film comienza y acaba en un matadero. No puede ser casualidad. Posiblemente, mi film favorito del pasado 2015.





9-    Eden, Mia Hansen-Løve (Francia)

Eden es un film generacional pero no hace falta haber experimentado la vorágine noventera para empatizar con sus protagonistas o sumergirse de lleno en sus hipnóticos planos secuencia. Eden, básicamente, es un film sobre el peterpanismo, o más concretamente, sobre la creencia juvenil de que siempre habrá tiempo y espacio para convertirnos en las personas que estamos destinados a ser. Es por eso que en su segundo acto, cuando sus protagonistas ya no están en la primera juventud y lo hipotético debe convertirse en algo seguro, directo y tangible, el film nos da una bofetada en el rostro. Y es en esta última parte cuando Hansen-Løve nos demuestra que la aparentemente ligera, desenfrenada y algo excesiva primera parte tenía mucho (demasiado) sentido.





10-El Club, Pablo Larraín (Chile)

¿De qué tamaño debe ser una alfombra para contener algunas de las peores y más vergonzosas e imperdonables miserias humanas? ¿Quién tiene más responsabilidad: el hombre malo o el bueno hipócrita que aun siendo consciente de las maldades del otro elige no hace nada? Esta es la historia que la iglesia católica llevaba años pidiendo a gritos, pero que nadie se había atrevido a contar. El film de Larraín es, probablemente, el más desagradable, áspero, opresivo y dolorosamente incómodo que pasó por nuestras pantallas el año pasado, pero, al mismo tiempo, durante su visionado, un@ no puede evitar preguntarse por qué demonios ha tardado tanto.





11-Lilting, Hong Khaou (Reino Unido)

Una historia pequeña y sutil, de esas que susurran mucho y nunca subrayan, que aparentemente parecen hablar de algo personalísimo y concreto, pero que en el fondo esconden rutas universales por las que todas y todos hemos transitado (o transitaremos) alguna vez. Profundamente conmovedora, Lilting nos muestra a dos personajes heridos y magníficamente retratados en un duelo en el que ambos sólo pueden ganar o perder. Su delicado mosaico emocional acaba siendo una muy potente lección de humanidad.





12-The diary of a teenage girl, Marielle Heller (Estados Unidos)

Nos han contado esta historia muchas veces, pero el protagonista casi nunca era una mujer. Por eso, libre de cualquier tipo de corsé moral, su voz resulta tan fresca y (tristemente, aún hoy,) valiente y transgresora. Sin embargo, esta estupenda opera prima no sólo resulta notable por su más que necesaria lección de feminismo, sino por la honestidad, personalidad y hondura con la que está narrada. Acompañar a la muy precoz Minnie Goetze mientras se enamora (muy comprensiblemente) del novio de su madre, para perderse y reencontrarse por los muy libres años setenta, resulta fascinante y, a ratos, liberador.





13-The Lobster/ Langosta, Yorgos Lanthimos (Grecia)

Es imposible olvidar el muy raruno y descaradamente misántropo film de Lanthimos. Tanto si tienes una relación estable (convencional o no), como si estás solter@ (voluntariamente o no), The Lobsterte colocará en la sala de espejos de La dama de Shangai y sabrás que, al menos, una de balas que van dirigidas hacia ti te alcanzará de pleno. Los absurdos convencionalismos que encorsetan la necesidad del otro, el amor y las relaciones de pareja, como no los has visto (y sufrido) hasta ahora. Detectora y asesina de introyectos (como todos los cuentos), se asentará en tu inconsciente mucho antes de llegar a la consciencia.





14-45 years/ 45 años, Andrew Haigh (Reino Unido)

¿Es posible vivir toda una vida olvidando e ignorando la fragilidad y transitoriedad de las cosas? Sólo se le puede poner una pega a este interesantísimo film británico: que su caja de Pandora, posiblemente, tarde más de una semana en abrirse del todo. Sin embargo, su sintética narración resulta fluida y creíble porque nos la narran con honestidad y sencillez, y sin abusar, en ningún momento, de desgarrados subrayados y dramatismos (lo que nos cuenta Charlotte Rampling a través de sus miradas, sin siquiera pronunciar una palabra, no es de este mundo). 45 years llegó casi a final del año, como un regalo de navidad con su envoltorio aparentemente inmaculado. Quien nos iba a decir que, al abrirla, acabaría resultando la película más dura, pesimista y descarnada del año.





15- Star Wars. Episode VII: The force awakens/ Star Wars: El despertar de la fuerza, J.J. Abrams (Estados Unidos)

Llevábamos tanto tiempo esperándola… Hay demasiados mundos y galaxias por explorar y J.J. Abrams y su equipo han demostrado que son capaces de hacer cosas aparentemente fáciles en teoría pero dificilísimas en su práctica (y que Lucas dio por sentadas): prácticamente desde su presentación, simpatizas y/o te encariñas con los personajes, te sumerges alegremente en su trama obviando que no todos sus homenajes/copias de guión o deus ex machina son afortunados, te emocionas, ríes, lloras, sufres, agradeces todos y cada uno de los reencuentros y celebras, casi con aplausos, que el jedi con más potencial que nos han presentado hasta la fecha sea (¡por fin!) una mujer (Spoiler: esa escena en la que Rey le “arrebata” el sable laser a Kylo Ren debería estar ya en algún top de los mejores momentos cinéfilo-feministas de la historia). Como prometedora carta de presentación, nos sugiere que lo mejor está por llegar, y tal vez sea especialmente por este motivo por lo que resulta difícil no entusiasmarse con ella. En mi caso, no sé a quién le ha gustado más: si a mi friki adolescente o a mi yo feminista.


And…




What we do in the shadows/ Lo que hacemos en las sombras, Taika Cohen, Jemaine Clement (Nueva Zelanda)

Agradecidísima marcianada sobre los sinsabores del hastío del vampiro moderno. Este mockumentary chupasangril es tan simpático, gamberro, raruno y divertido que se merece un puesto en cualquier lista de the best of 2015. Que podamos recordarla con cariño y una sonrisa meses después de su visionado Y7o estemos deseando volver a verla, reafirma por qué ya la han proclamado la comedia de culto de la temporada. A quien corresponda: mil gracias por el hilarante gag de los retratos. Jim Jarmusch, what did you think?


Echando de menos…




A la hora de realizar esta lista me he encontrado con un frustrante problema: casi la mitad de mis títulos escogidos, vistos en la última edición del Zinemaldia, no se han estrenado aún en España, así que he tenido que sustituirlos por otros que, aunque notables, no han llegado a llenarme y entusiasmarme de la misma forma.

Y es que el 2016 nos traerá (crucemos los dedos) maravillas como Son of Saul (este durérrimo must-see de László Nemes se estrena YA: el 15 de enero); Nuestra hermana pequeña o la última maravilla de Hirokazu Kore-eda; esa esperada genialidad  dirigida por Duke Johnson y Charlie Kaufman llamada Anomalisa; Mountains may depart, del realizador chino Jia Zhang Ke; la inquietantísima y asfixiante Evolution de Lucile Hadzihalilovicy; y la adaptación al cine, made by Ben Wheatley, de la muy controvertida High-Rise.

¿Cuáles son las vuestras? ;)


P.S. Por cierto, me he trasladado. Seguiré actualizando en ambos, pero mi casa oficial es If you need me, whistle! :)


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10 films extremadamente populares que aún no he visto

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De entre mis más vergonzosas, imperdonables e inconfesables lagunas como cinéfila, destacaría algunos de los primeros títulos pioneros de la historia del cine (El nacimiento de una nación, El gabinete del doctor Caligari, El acorazado Potemkin…), buena parte del neorrealismo italiano y la mayoría de los westerns (posiblemente, el género que menos me entusiasma), pero también existen otros títulos, bastante más conocidos y digeribles, que forman parte del  mc menú cinematográfico de varias generaciones; películas que, para mi mayor vergüenza, han sido, en su mayoría, repetidas hasta el hartazgo por l@s inspirad@sprogramadores televisivos durante las últimas décadas.

Clásicos imprescindibles, películas palomiteras y algún que otro clásico del terror componen una lista que me atrevo a mostrar aún a riesgo de que algún/a lector/a, me tatúe “mala cinéfila” a punta de cuchillo en la frente. Here we go:




Alive/ ¡Viven! (Frank Marshall, 1993)

Hay un tema que constituye mi kriptonita cinematográfica y literaria, algo que inevitablemente, horripila a casi todo el mundo (psicópatas a un lado)  pero que, en mi caso, me provoca un terror visceral paralizante e insoportable: el canibalismo. Y aunque la gente suele calificarla como la  más inocua, light y blanca de las películas de come-humanos (forzosos), el hecho de que esté, además, inspirada en hechos reales, ha sido suficiente para que, por lo que a mí respecta, esos pobres jugadores de rugby jamás llegasen a los Andes…





Rocky (John G. Avildsen, 1976)

No tengo una explicación consciente de por qué se me ha resistido este famosérrimo film. Puede que mi escasa simpatía noventera por Sly unida a mi nula afición al boxeo me hayan alejado de ella. Sin embargo, y a pesar de conocer su famoso final (Phoebe Buffay fue mi spoileadora), recientemente, con la curiosidad oscaril de Creed, ha pasado a engrosar mi lista de pendientes. Who knows, algo me dice que puede que no permanezca en esta lista de la vergüenza mucho tiempo más…




American Psycho (Marry Harron, 2000)

La idea de ver a mi por entonces celebrity crush, Christian Bale, convertido en un yuppie psicópata adicto a los tratamientos de belleza (por cierto, las mascarillas se retiran de abajo hacia arriba, Chris), no me hacía especial ilusión. Con los años, tristemente, le he acabado cogiendo una tirria inmerecida, ya que Patrick Bateman fue en gran parte el culpable del cambio radical o la progresiva ida de pinza del, por entonces, chico vegetariano y encantador.  Nada más acabar el rodaje de esta película, Bale sintió, por primera vez en años,  y de forma incontenible “la llamada de la carne”, y acabó engullendo el equivalente a una vaca entera entre diversos restaurantes en una sola noche. Desde entonces ya no ha vuelto a ser el mismo. Y es que nada bueno puede venir de la carne roja…




The Blair Witch Project/ El Proyecto de la bruja de Blair (Daniel Myrick, Eduardo Sánchez, 1999)

Tras el western el género de terror es el que más he tendido a evitar a lo largo de los años, aunque por motivos muy distintos. Mientras que much@s disfrutan de la catarsis de sus fantasmas interiores, reconfortados por la firme seguridad de estar san@s y salv@s al otro lado de la pantalla, en mi caso,  la única seguridad que recibo es la certeza de saber que solo podré dormir con la luz encendida durante una semana. En este caso concreto, se me ha resistido incluso a pesar de su condición de pelotazo y pionera impulsando el auge del metraje encontrado (en cuyo revival está enfrascado el género hoy en día), y de que fuera la primera película que utilizó machacona e inteligentemente internet como vehículo de promoción.



A Clockwork Orange/ La naranja mecánica (Stanley Kubrick, 1971)

Probablemente esta sea una de las confesiones más vergonzosas y humillantes de esta lista, además de uno de sus mejores y más imitados títulos, pero me bastaron unos breves minutos de una de sus escenas más míticas, hace muchas lunas, para que las resistencias a asomarme a mundo de Alex & Co. no se hayan derribado todavía (la televisión ha colaborado, ya que de todos estos títulos, seguramente sea el menos emitido). Agujero cinéfilo inexcusable y must-see de cinéfilos y cinéfilas de medio mundo que ahora mismo estarán tirándose de los pelos (y/o las pestañas)… Yes, l know, yo me lo pierdo.




Easy Rider/ Easy Rider (Buscando mi destino), (Dennis Hopper, 1969)

Aunque me costó un tiempo entender a qué venía tanto revuelo y qué narices simbolizaba aquello de la ruta 66, el poder evocador de la que fuera la puesta de largo de la contracultura hippie era tal, que cada vez que escuchaba el ‘Born to be wild’, la icónica imagen de Dennis Hopper y Peter Fonda acudía instantáneamente a mi cabeza. De alguna manera, es como si ya la conociera sin haberla visto, como si todos los introyectos 100% yankees que he recibido a lo largo de mi vida funcionaran como uno de esos inmisericordes trailers destripadores de películas.




Fatal Attraction/ Atracción fatal (Adryan Line, 1987)

Sé que hay un asqueroso conejocidio, una frase mítica  (I won't be ignored, Dan!) y la impresión, no sé si injusta, de que esta vengativa post-efervescencia hormonal no es más que es otro descarado caso de misoginia. Shakespeare escribió “Hell hath no fury like a woman scorned” ("Ni el infierno tiene la furia de una mujer despechada") y varios siglos más tarde ciertos guionistas de Hollywood cómplices (in)voluntarios del boicot feminista, han intentado darle asquerosamente la razón (¿dónde quedaron las mujeres fuertes y decididas de los años 40?). Pues vale. Llámenlo prejuicios, pero yo no compro. No me interesa.




Independence Day (Roland Emmerich, 1996)

El hype noventero pudo con mi pereza. De nuevo una invasión de alienígenas malos malísimos y, una vez más, USA, exactamente en un día más yankee que la tarta de manzana y la salsa de arándanos juntas, salvando al planeta y la humanidad de la aniquilación total, espectacular catastrofismo arquitectónico digital mediante (marca de la casa Emmerich). Cinéfil@s del mundo, contestadme: ¿acaso me pierdo algo importante en mi educación cinéfilo-sentimental?




Rambo: First Blood/ Acorralado (Rambo), (Ted Kotcheff, 1982)

Si el sufrido Stallone no resultaba demasiado apetecible como un humilde y talentoso boxeador, como veterano boina verde ultrapatriota y repartidor de estopa, la resistencia llega a límites estratosféricos. Ni sus innumerables parodias y su más que mítica “I can't feel my legs!”) han sido suficientes para despertar mi curiosidad cinéfila. A pesar de que muchos niñ@s ochenteros y noventeros no me lo perdonen jamás, me temo que nunca nos conoceremos personalmente. I’m sorry, John Rambo!




The Texas Chainsaw Massacre/ La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974)

De nuevo el terror y el canibalismo. Y, para más señas, la madre del slasher y el sumun del gore. Sólo Holocausto Caníbal me da más respeto que esta ultrafamosa y revisitada película de culto. Tanto he leído sobre ella que no quiero que “su destacado uso de la cámara me conviertan en otra potencial víctima”. Lo que sí me intriga, a pesar de mis miedos, es que su descarada inspiración en los cruentos e inhumanos métodos empleados en los mataderos, la convierten, en la opinión de muchos, en toda una apología sobre el vegetarianismo. Tentador, pero no sé si me atreveré a descubrirlo algún día…



Analizando ahora estas 10 víctimas de la casualidad y de mis fobias, descubro cierta coherencia. De entrada, me queda clara una cosa: al parecer, no me gusta que me recuerden que los monstruos existen.

¿Y vosotr@s? ¿Cuáles son esos clásicos rabiosamente populares que aún no habéis visto?


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Momentazos de la sexta temporada de Juego de tronos (Part 1)

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Las expectativas ante la sexta temporada de la serie más seguida del mundo llevaban meses cociéndose a fuego a causa de dos hechos insólitos hasta la fecha: estaría basada en material no publicado con anterioridad, adelantándose a Vientos de invierno, el sexto y antepenúltimo volumen de la saga (poniendo al mismo nivel de “no-tengo-ni-ideismo” al fan de la serie y al ávido lector de las novelas);  y resolvería el misterio de la dolorosa desaparición de Jon Snow, uno de los personajes más queridos (¿e imprescindibles?) de esta canción de hielo y fuego.

Aunque nos encontramos en el ecuador de la sexta temporada y carecemos aún de perspectiva para determinar si acabará siendo una de las más potentes de toda la saga, lo que resulta innegable es que poseemos suficientes momentazos como para contentar e ilusionar a todo tipo de fans. Y es que, si algo tiene Juego de tronos (tal vez su mejor baza) es su capacidad para sorprender y suscitar un amplio registro emocional en el espectador (lo que, en términos vocales, la convertiría en la Maria Callas de las series). En un mismo episodio, podemos pasar de la intriga a las lágrimas, haciendo un tour por el horror y la alegría más genuinas. ¿Quién puede resistirse ante semejante chute de emociones?  

A partir de aquí, y en orden de visionado, “Con spoilers y a lo loco”.




* Rescate femenino (y feminista)

Tras un breve y reconfortante abrazo, cuando parecía que todo se ponía más negro que la boca de lobo huargo para Sansa y Theon (los dos personajes que, sin ningún género de dudas, más han sufrido física y emocionalmente de los siete reinos), una mujer, una maldita/puta mujer (dependiendo de la traducción), los rescata de la ira y venganza de Ramsay Bolton, el mayor y más peligroso psicópata que camina por Westeros. Después llegaría el emocionante juramento de lealtad de Brienne “Badass” of Tarth y la promesa de que la suerte comenzaría, por fin, a cambiar para la mayor de las hijas Stark.  




*La sexy bruja de 400 años

Desconocemos si será el misterioso collar o los efectos distractores de la magia negra, pero la otrora segura y perversa (y exhibicionista) Melisandre, se ha despojado real y metafóricamente de todas sus capas en una inolvidable y repelente escena, para reducirse a una frágil, consumida y muy envejecida anciana de la friolera de 400 años (no llega a los 969 de Matusalén, pero todo se andará). Además de su muy escondida verdadera edad, hemos descubierto que la muy incauta duerme desnuda ¡en el muro! (Death wish?). Si eso no es un síntoma de depresión profunda, que vengan los dioses antiguos y los nuevos y lo vean.




*Tyrion: Father of dragons?

Los animalistas del mundo aún no le habíamos perdonado a la Khaleesi que tuviera un estilo educativo punitivo y mantuviera a sus criaturas encadenadas y en la oscuridad más absoluta (si eso es amor, ¿qué haría si le cayeran mal?).  Así que, una vez más, es Tyrion el que coge el rábano por las hojas e, imitando al actor que le da vida en sus campañas para PETA, decide acabar con la muy evitable crueldad animal. Aterrorizado y vulnerable, pero hablándoles de igual a igual, consigue, no sólo conectar emocionalmente con las feroces criaturas, sino ganarse parcialmente su confianza, y liberarlos. Esta escena contiene, además, un plus de emoción, ya que podría ser una pista de los guionistas sobre una de las teorías más famosas de la saga (aquella que asegura que Tyrion es, en realidad, un Targaryen y que hay por ahí tres jinetes un “dragón con tres cabezas”). We’ll see…





*El edípico y carnívoro nuevo Lord Bolton

Ya es oficial: Ramsay se ha convertido en el personaje más inquietante de la serie, ése cuya sola presencia suscita mal rollo haga lo que haga. Si creíamos que su psicopatía había alcanzado un nuevo nivel al “regalar” la “buena carne” de Myranda (la única persona que le despertaba alguna emoción de afecto), a sus perros, el bastardo ha dado un doble paso más allá. Haciendo gala de un carnivorismo rabioso, nos regala una relectura del complejo de Edipo asesinando a su (odioso) padre para, ¿minutos? más tarde, entregar el cuerpo de Lady Walda y su hermanastro recién nacido a sus hambrientos y (mal) entrenados canes asesinos, sin siquiera pestañear ante los gritos desgarrados de súplica de una y el llanto aterrorizado del otro (probablemente, la escena más desagradable y espeluznante de toda la serie, lo cual es mucho decir). No me cansaré de repetirlo: nada bueno puede salir de un carnívoro humano…




*Jon is alive, JON IS ALIVE!!!!

Much@s ya lo hemos apuntado en nuestro calendario frikil: el día 1 de mayo es el nuevo domingo de resurrección. Algunos lo sabían (cierto material en forma de futuras escenas clave que circulaba por la red), y la mayoría lo sospechaba, pero tod@s deseábamos verlo con nuestros emocionados ojos para seguir creyendo en la humanidad. Y fueron las manos y las palabras de la bruja roja las que obraron el milagro, sí, pero jamás habrían llegado a pronunciarse sin la petición y el toque de confianza extra que le inyecta el siempre honorable caballero de la cebolla (¡Loado sea Ser Davos!). Y ahora que se ha logrado lo imposible, las expectativas por lo mucho que aportará Snow en el último tramo de este juego tronil se han disparado más allá de los cuatro continentes. ¿Será realmente Azor Ahai? ¿conoceremos la verdadera identidad de sus padres por fin?





*¡Reencuentro Stark!

Cuando aún no nos habíamos recuperado del subidón del retorno de Jon Snow (Top 5, sin duda, de toda la serie), nos sorprenden con otro momento larga y dolorosamente postergado: el reencuentro entre dos hermanos Stark después de permanecer 6 intensísimas temporadas desperdigados por los siente continentes, sujetos a (sádicas) fuerzas que escapan su control. La cara desencajada y anhelante de Sansa (un rostro de alguien que ha pasado por el infierno y acaba de salir de él) y la sorpresa conmovida beyond-words de Snow se funden en un abrazo que lo expresa todo en el idioma universal. Y hay que tener la sangre de horchata para no emocionarse como Eliot despidiéndose de E.T. ante semejante emotivo e insólito momentazo.




*La lección a fuego de Daenerys

En un capitulo (el cuarto) lleno de muy agradecidas demostraciones de empowerment femenino, la khaleesi demuestra, una vez más, por qué es LA queen. Sus dos enamorados, Dario y Jorah, acuden a su rescate y tras una sesión muy bruta (muy dothraki) de burlas, humillaciones y amenazas físicas varias, ella…. ¡se rescata a si misma! (¿Dónde estaba Daenerys cuando a tod@s nos intoxicaban con introyectos Disney de doncellas desvalidas cuyas vidas cobran sentido cuando las rescata un hombre? ¿por qué ha tardado tanto?). Las llamas son su elemento y su arma y las utiliza para arrasar contra la tiranía del patriarcado, el sexismo y la masculinidad hegemónica, poniendo, de paso, a todo un pueblo a sus pies. “Reinar” y “gobernar” también se conjugan en femenino y el mundo (el creado por Martin y el nuestro) lo necesitan más que nunca. No es de extrañar que fuera trending topic durante horas.




*Bran es marcado a hielo

La trama de Bran ha pasado de ser la más aburrida, desaprovechada e insulta, a una de las más emocionantes en esta sexta temporada. Todas sus escenas contienen valiosísima información dispensada con cuentagotas y siempre nos dejan con ganas de más. Junto a esta especie de padawan de Cuervo de Tres Ojos, exploramos no sólo momentos clave del pasado, sino que descubrimos que Bran tiene un poder activo en sus visiones y puede influir en los entornos en los que se desplaza. No content@s con ver el origen de los caminantes blancos (en una escena demasiado escueta y sosa, también hay que decirlo), observamos aterrad@s como, en otro de sus viajes mentales, el rey de la noche agarra al adolescente del brazo marcándolo (¿para siempre?). ¿Será este el equivalente a decir “Volvemort” en el mundo potteril? ¿podrá escapar de su nueva condición de GPS? Intrigue!




*Jorah sale del armario “friend zone”

Cuando tod@s pensábamos que el eternamente enamorado Mormont moriría de psoriagris (o de cualquier otra cosa) o se autoinmolaría a los dioses antes que mostrarle a su Khaleesi sus verdaderos sentimientos, éste, en plan “from lost to the river” se arma de valor y le confiesa a la rubísima su amor eterno (“Tyrion tenía razón. Te quiero. Siempre te querré. Adiós, Khaleesi”). Y ella, profundamente conmovida y entre lágrimas, descubre que el otrora traidor Mormont es un “must” en su vida y sus planes de reinad. En consecuencia, le ordena que se cure antes de regresar a su lado (¿como alcalde de la zona de los amigos? Preguntaría Joey Tribbiani).




*¡‘Hodor’ era un acrónimo!

La intensa y dramática escena que cierra el quinto episodio suscita sentimientos encontrados en el espectador. Por una parte, asienta nuevas líneas argumentales y proporciona una cantidad de información valiosa sobre un misterio de la serie, el del pasado del gran Hodor, pero, por otra, resulta demasiado devastadora como para disfrutarla. Bran-cuervo-padawan con su recién descubierto poder de ser actor de sus visiones, es el responsable de una paradoja temporal que ha marcado-traumatizado-destrozado la vida de uno de los personajes más “puros” y entrañables. En pleno ataque de los caminantes blancos, Bran viaja al pasado e influye (entra) en el joven pre-Hodor, que no puede evitar escuchar los gritos de Meera en el presente: “Hold the door!” dedicados al Hodor adulto. Ante la “visión” de su futura muerte, el orondo adolescente entra en un estado de pánico-shock en el que ya solo podrá repetir, una y otra vez, y durante el resto de su vida, esa ya mítica frase hasta convertirla en acrónimo. Y mientras nuestro corazón se encoje hasta tamaño bonsai, una vez más, ya sólo nos queda decir: G.G. Martin, ¿por qué eres tan cruel?

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Dedicado a Lady Stark, para que no olvide que siempre hay libélulas, linternas, e incluso, rayos de sol precoces cuando “the night is dark and full of terrors”.


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Momentazos de la sexta temporada de Juego de tronos (part 2)

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La decepción se había apoderado de hasta el fan más acérrim@ de Juego de tronos. Tras los 5 notables primeros capítulos, el sexto, séptimo y octavo, a pesar de brillantes pinceladas puntuales, resultaron preocupantemente sosos, descafeinados y narrativamente insustanciales, concentrándose en tramas secundarias o menos interesantes, incluyendo/alargando escenas prescindibles o abusando de anticlimáticas elipsis. Sin embargo, y para alegría de tod@s, los capítulos que han cerrado la irregular temporada, no sólo nos han hecho olvidar, de un plumazo, el mal sabor de boca, sino que han superado, en todos los niveles, tanto desde el punto de vista artístico como narrativo y argumental, los mejores episodios de la serie. Si quedaba alguna duda de que GoT acusaba signos de desgaste y no podía sorprender o reinventarse, se han disuelto por completo. Ya solo nos queda soñar a lo Bran con visiones futuras. ¿Lo mejor está por llegar?Repasemos, spoiler alert mediante, los motivos que nos invitan a ilusionarnos:




Lyanna “Badass” Mormont

En una temporada agradecidamente feminista, la guinda del pastel la ha puesto la robaescenas instantánea (y prima de Jorah) Lyanna Mormont, esa niña insultantemente autoritaria y precoz, capaz de infundir tanto respeto que, de haber entrado en Hogwarts, ni el propio sombrero seleccionador se habría atrevido a asignarle casa. Tras acceder casi a regañadientes (y Davos mediante), a prestarles “4 soldaditos2 para la batalla bastardil, acaba por deshacerse de sus recelos tras el resultado de la batalla, convirtiéndose en pieza clave para el nombramiento de Snow como King in the north (y tan convincente resulta la heredera de la isla del oso, que hay quien asegura que habría votado por ella en las últimas elecciones). ¿Pura generosidad o será que, además de todas las cualidades anteriores, la nena tiene buen gusto y sabe distinguir un “husband material” en cuanto lo ve? Cuidadín, Jon, que la chica comparte nombre con tu madre y puede no ser casualidad…





Volvieron de entre los muertos

Aunque sepamos que en Juego de tronos ninguna muerte está confirmada hasta que veamos al personaje en cuestión exhalar el último suspiro (y a veces ni eso), la sorpresa fue mayúscula al descubrir al muy desaparecido tito Benjen, rebautizado “Coldhands”, como rescatador de Bran y Meera. Ni vivo ni completamente muerto y con una frialdad más propia de ultratumbra, Benjen vuelve a desaparecer de nuestros ojos con la  misma rapidez y misterio con la que llegó. So soon? ¿Qué verso más tendrá que aportar su condición híbrida al final de esta canción de hielo y fuego?

Una pequeña comunidad rural amish en plena naturaleza construyendo con sus propias manos una iglesia de madera. ¿Único testigo? No, el retorno del perro. Más manso por fuera, pero igual de rabioso por dentro (al odio pone por testigo, a lo Scarlett O’Hara), encuentra finalmente su venganza/catarsis masacrando a los malnacidos que asesinaron a los miembros de su pacifica comunidad hippie. Pero el mocetón aún no ha descubierto su vocación/razón de existir, así que aunque temporalmente camine al lado de otros, quién sabe adónde le acabará llevando su olfato.

Edmure Tully, por su parte, ha resucitado brevemente al mundo de la palabra (¿había pronunciado alguna hasta la fecha? Debe ser que su doble personaje en Outlanderno le deja con energía para mucho más), en un espinoso y muy tenso dialogo en el que, básicamente, le recriminaba a Jamie Lanister su aparente mejor (y más identificativo) rasgo: “me duele la cara de ser tan guapo”.





Los genes lobunos de Sansa

El arco dramático de Sansa no tiene parangón en la saga de George R.R. Martin. De uno de los personajes menos interesantes e insulsos, ha pasado a convertirse, con permiso de Lyanna Mormont, en el mejor personaje femenino de la última temporada. La mayor de las hijas Stark encarna a la perfección el arquetipo de doncella inocente o Perséfone que es secuestrada de su mundo para ser sometida al muy cruel Hades/Barbazul de turno, hasta que consigue escapar, pero que en lugar de salir mortalmente herida/traumatizada de la durísima experiencia, emerge como la mejor versión de sí misma (al fin y al cabo, los genes lobunos Stark tarde o temprano tenían que expresarse). Sansa se ha convertido en toda una lady in the north, fuerte y decidida, fiera e incluso vengativa cuando la situación lo requiere, pero nunca cruel (o eso esperamos). Más astuta y mucho mejor estratega (y psicóloga) que Jon, es la máxima responsable de la victoria en la batalla de los bastardos y de que en Winterfell vuelva a ondear la flamante bandera Stark (snif!). No está nada mal para la chica que comenzara pintando corazones sobre los puntos de las íes y escribiendo Mrs Joffrey Baratheon compulsivamente en todos sus cuadernos.





La sutil declaración de amor de Jaime a Brienne

El amor imposible o directamente no correspondido sigue estando muy in en los 7 reinos. Brienne, con su sentido del honor y del deber y su eterna cruzada quijotesca, representa para Jaime lo más valioso y puro que ha encontrado en su despiadado y amoral mundo. La ama pero “no la merece”, es demasiado bad guy para ello (además, estar con otra persona que no sea Cersei supera los límites de su imaginación), y ella, por su parte, tiene muchos motivos de peso para escudarse en su armadura. Por eso resulta tan emocionante reecontrarnos con su eterna tensión sexual no resuelta en Riverlands. Cuando ella aprovecha para devolverle su espada, él contesta: “Keep it. It’s yours. It’s always been yours”. Lo que viene a decir “Quédate mi corazón, es tuyo”. Ains…





Arya Terminator            

La sosa, irregular y aburrida (para qué negarlo) subtrama de Arya de la secta cambia-rostros dio un interesante giro que provocó que tod@s l@s fans contuviesen el aliento: Arya había sido apuñalada por la puñetera chica Terminator. La sangré llegó al rio, pero la pequeña y luchadora Stark, demostrando una fortaleza y capacidad de recuperación wolverinesca, consiguió sanar sus heridas antes de que la cyborg contraatacara (¿un día después?). Y en una carrera-persecución digna de la saga de James Cameron, con miradas de acero, movimientos de cuello robotiles y salpicada, incluso, de un homenaje a El padrino (esas naranjas tiradas accidentalmente por el suelo NO pueden ser casualidad), culmina con una de las muertes-elipsis más insatisfactorias de la serie. Y cuando Arya se rebautiza de nuevo y abandona a los hombres sin rostro, vemos una sonrisa a lo “misión cumplida” en Jaqen H'ghar. Con los deberes hechos y sin ninguna de sus responsabilidades, Arya está lista para convertirse en la Terminator de su propia lista, pero lo escalofriante y preocupante de su misión es que todo apunta a que va a disfrutar de ello con una fiereza caníbal. Miedor.





Dragon Drogon Dragon

Los hijos pródigos de la Khaleesi han vuelto y son más grandes, más espectaculares y más fieros que nunca. Tras hacer las paces con su mamma humana (tal vez, simplemente, la echaban de menos), han decidido volver a casita para ayudarla en su misión de conquistar del trono de hierro. Y, como se puede comprobar, no le ponen pegas a nada. Si hay que hacer ejércitos o flotas humanas a la barbacoa, se hacen (sin degustarlas después, eso sí). Pero el plano estrella que nos han regalado está temporada no pertenece a ningún reencuentro ni a ningún ataque mortal. Ver volar a los 3 dragones sobre la muy generosa flota de Daenerys (con la presencia de barcos con las banderas de las casas Martell y Tyrell, lo cual explicaría la “ubicuidad” de Varys), en el genial plano final que cierra la sexta temporada pone los hairs like escarpias al/a más dragofobic@ (¡y esa B.S.O!).





La batalla bastardil

Aunque narrativa y argumentalmente el capítulo 10, Winds of winter, sea irreprochable y absolutamente redondo, la batalla de los bastardos es puro Eau de trônes. Una épica batalla de una calidad técnica y artística sin precedentes en televisión, rodada con tanto esmero y adrenalínica inmersión, que la única pega/frustración del/a espectador/a es no haberla podido disfrutar en pantalla grande. Resulta imposible que sus momentazos no formen ya parte de la memoria colectiva del fan. Aunque su guión resultaba completamente predecible (sabíamos que Jon no moriría, que Rickon no tenía ninguna posibilidad y que Sansa tenía un as en la manga), el potente cómo logró agarrarnos por el cuello e impedirnos respirar durante una hora. ¿Qué escena escoger? ¿El sádico asesinato a traición del incauto Rickon? ¿el feeling estrangulador de derrota inminente? ¿la casi muerte por asfixia del admirable Jon Snow? ¿el brillante rescate in the last minute de la gran estratega Sansa? ¿o la emotiva muerte del Wun Wun, el último gigante? Yo, particularmente, me quedo con el espectacular plano de espaldas de Jon frente a un implacable ejército en marcha y la bandera Stark reconquistando Winterfell. Wow!





La redonda muerte de Ramsay

Todos deseábamos asesinar con nuestras propias manos al psicópata de Ramsay Bolton (incluso el propio actor admitió que su personaje debía morir de una forma lenta y dolorosa) y Snow estuvo a punto de saborear ese vengativo placer, a base de catárticos mamporros, pero sabía que había otra persona en los 7 reinos que merecía y a la que le correspondía mucho más ejercer de verdugo: su prima-hermana Sansa (inspirado discurso included). Y es que su escalofriante muerte sólo podría haber sido más poéticamente justa si además de Sansa, Theon hubiera azuzado a esos maleducados (por él) canes hambrientos. Sin embargo, con su partida perdemos a un actorazo y uno de los mejores y más despreciables villanos que nos ha dado la serie. It’s a god-eat-dog world.





La venganza valiria de Cersei

Que sí, que la trama de la rubísima Lannister parecía a punto de expirar. Con todo en su contra, un juicio pendiente y cada vez más sola y vulnerable, ¿qué más podía aportar a la saga? Sin embargo, una vez más, la ficción de Martin nos noquea recordándonos que en Westeros las cosas nunca son lo que parecen. Aunque su padre Tywin le dijo en alguna ocasión que no era tan inteligente como ella pensaba, en una jugada maestra, Cersei ha planeado y ejecutado un brutal jaque mate, mientras sus enemig@s la habían relegado al margen del tablero. Es muy Lannister recurrir al fuego valirio y con este ha quemado, de un plumazo, todos los obstáculos  que le impedían ser libre para ejercer el poder. No obstante, hay una variable que se le escapó en su experimento: el suicidio de su hijo Tommen. Y sentada en el trono de hierro, sin nada que la modere e humanice, puede convertirse en la más peligrosa, inestable e impredecible de las villanas. Su hermano lo sabe. ¿Se cumplirá la profecía de la infancia de Cersei? ¿Tendrá que recurrir Jaime, por el bien de tod@s, a su desafortunado apodo de nuevo?



    

 Nombramientos reales (the King in the north and the hand of the queen)

Aunque habíamos escuchado corear eso de “the king in the north!” antes, nunca hasta ahora había sonado tan sincero, emocionante y unánime (y resulta aún más rotundo cuando la idea proviene de una niña de 10 años). Marginado y ninguneado durante toda su vida por su condición de bastardo y con tantas buenas aptitudes, ¿existe alguien que se lo merezca más? Jon es el Aragorn de la canción de hielo y fuego, el héroe íntegro, valiente y humilde que no busca la gloria, pero que, por cualidades y herencia, se ve irremediablemente empujado a la grandeza, incluso a su pesar. Ante la inquietante y desaprobadora mirada de Little Finger/Meñique, Sansa teme por el futuro de su hermano, cuyo nombramiento aprueba y aplaude, pero quién sabe si en el futuro, celosa del nuevo cargo de este (una posición que le correspondería a ella por su condición de hija legítima de los Stark), no acabe traicionándolo (in)conscientemente. Crucemos los otros fingers para que no sea así…

Quién ha visto a Tyrion y quién lo ve. No sólo asegura que se ha deshecho de su cinismo para creer en algo/alguien o una causa mayor que el mismo (y su plan de negocios viniles), sino que no le cabe la emoción y el orgullo en el pecho cuando la Khaleesi le coloca “el pin” de mano de la reina. Obviamente, ambos confían y se apoyan el uno en el otro, y también, y aún más obviamente, el pequeño de los Lannister ha ingresado en el puesto que dejó vacante Jorah a todos los niveles: la friend zone. “Muchos te han amado y te amarán” asegura cuando Dany abandona a Daario Naharis, pero en realidad, le está diciendo “yo soy uno de ellos”. Poor Tyrion L





Introducing Jon (Stark) Targaryen

¡Por fin se ha confirmado la famosérrima teoría fan R+L=J! No veíamos la hora de que Bran subiera a la dichosa torre de la alegría y nos diera la ídem con este esperadísimo e interesante giro (y secreto mejor guardado de la serie). Aunque se omite intencionadamente el nombre del padre, la HBO lo ha confirmado con esta infografía: Jon Snow es hijo de Lyanna Stark y Rhaegar Targaryen, lo que significa que no solo no es un bastardo, sino que ser el hijo del antiguo rey el convertiría, con permiso de su tía Daenerys, en el heredero más directo del trono de hierro y potencial Azor Ahai.

Y es que de acuerdo a la mitología de GoT, Azor Ahai fue un héroe que detuvo hace más de 5.000 años la previa invasión de los white walkers, haciendo uso de una espada de fuego llamada Dueña de Luz (Lightbringer), que forjó atravesando el corazón de su verdadero amor, una mujer llamada Nissa Nissa. Los seguidores del Señor de la Luz creen que este mítico personaje volverá a la vida tras un largo verano, cuando la oscuridad se extienda nuevamente sobre el mundo (es decir, cuando los white walkers ataquen los Seven Kingdoms). En palabras de Rhaegar Targaryen “la suya es la canción de hielo y fuego”.

¿Qué condiciones tiene que cumplir la reencarnación de Azor Ahai? Veamos: Tener sangre de dragón, Haber nacido entre el humo y la sal, Haber nacido bajo una estrella que sangre, Haber despertado dragones de la piedra, Levantar Dueña de la Luz de las llamas y realizar un sacrificio. Aunque nos falte algún punto de la lista, ante tanta evidencia, ¿existe alguien que aún crea que Jon no es el elegido?





Juego de tronos nunca nos había regalado un final de temporada semejante. No sólo por su calidad y por el hecho de haber dejado todas las plot lines atadas, sino porque, por primera vez, todos nuestros personajes favoritos están sanos y salvos y su futuro se presenta emocionante y esperanzador. ¿Confirmarán los 13 capítulos restantes que nos encontramos ante la serie más feminista de la historia? ¿podrá nuestro fan side soportarlo sin morir en el intento? Para ir haciendo boca, marchando una de teorías frikiles para l@s más impacientes:


Y ya, sin más dilación, toca, con mucha tristeza, abandonar Westeros. Que los dioses antiguos y los nuevos os protejan hasta la séptima temporada ;)


Esta entrada mejorada, como desde hace un año, también la puedes encontrar en wordpress


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Top 10 de la 64 edición del Zinemaldia

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Hacer un top 10 de entre las 32 películas que tuve la suerte de ver en la última edición del zinemaldia, resulta una tarea masocamente meticulosa (además de tremendamente injusta) digna de los periodistas de Spotlight. Hay algunos títulos, de los que hablaré en futuras entradas, que podrían haberse colado en esta lista y que, posiblemente, incluso, resulten “objetivamente” mejores y más redondos que las películas que muestro a continuación. ¿Qué criterio he escogido, entonces? Simplemente, el cosquilleo en la nuca, como diría June Allyson en The Glenn Miller Story o la sensación de que esos films aportaban algo inusual, original, revitalizante y/o estimulante a mi bagaje cinéfilo.  Eso sí, el orden de este top, salvo el incuestionable número 1, es totalmente arbitrario. Pasen y lean ;)  







10- Porto, Gave Klinger (Nuev@s Director@s)

Cuando una ciudad como Oporto sirve como escenario para una love story, su evocador resultado solo puede estar impregnado de saudade. Dos jóvenes se enamoran y comparten una sola noche, la más intensa, íntima, apasionada y erótica de sus vidas. Las influencias que nutren este romance nos son muy familiares, desde Before sunrise, pasando por Eternal sunshine of the spotless mind, hasta In the mood for love (de Richard Linklater, por ejemplo, toma su capacidad para capturar los momentos mágicos que nos marcan y definen y de Wong Kar-wai su fascinante acercamiento poético al romance).

A Gave Klinger, antiguo crítico, ahora director y co-guionista, le pierden sus ínfulas linklaterianas y en ocasiones se le va la mano en los diálogos, que chirrían por excesivamente impostados y cursis, sin embargo hay muchos elementos en Porto que compensan sus imperfecciones y la convierten en un título más que recomendable. Dividida en tres capítulos, conocemos primero la historia desde el punto de vista de él, después del de ella y finalmente a través de ambos (centrada en el encuentro sexual, uno de los más emocionalmente intensos que he visto en mucho tiempo), pero nunca de manera convencional, sino en forma de retazos, saltando continuamente a través del tiempo y jugando con diferentes formatos (super 8, 35 mm y 16 mm).

Pero lo verdaderamente sobresaliente en Porto es el poso que deja en el espectador. Resulta imposible no encontrar nada autobiográfico en ella, así que, con el tiempo, no solo va creciendo en la memoria, sino que se redimensiona,  adquiere nuevos matices y nos duele más (como nuestros recuerdos). Si a todo esto añadimos que se trata del último trabajo del tristemente fallecido Anton Yelchin, al que se dedica la película, el sentimiento de saudade es absoluto.




9- Que Dios nos perdone,  Rodrigo Sorogoyen (Sección Oficial)

Que el thriller patrio viene muy fuerte este 2016 es ya un secreto a voces, y el mejor ejemplo lo encontramos en lo último de Rodrigo Sorogoyen. Aunque se le pueda achacar cierta falta de originalidad o cierto abuso del “Fincher style”,  Que Dios nos perdonees un potente y sólido film en el que todos sus elementos están muy cuidados y perfectamente integrados, más allá de su perturbadora trama policial. Destaca su afilado guión (merecidamente premiado en esta edición del zinemaldi), en el que, desde la capa más externa (la sociedad) a la más interna (sus protagonistas y su microcosmos, unos excepcionales y aparentemente opuestos Roberto Álamo y Antonio de la Torre), pasando por la media (el entorno policial) se analizan diferentes niveles de crueldad, violencia y miseria.

No hay buenos y malos en este film, tampoco catárticas dosis de justicia, sólo personajes dolorosamente humanos, contradictorios y extremadamente ricos en su complejidad, cuyos arcos dramáticos vemos transformarse brillantemente. Que Dios nos perdone habla de la responsabilidad social, ética y moral y muestra con áspera contundencia que nadie está a salvo de las heridas del pasado. Como dicen los psicólogos “tod@s somos víctimas de víctimas” (y, en algunos casos, verdugos de verdugos).




8- Nocturama, Bertrand Bonello (Sección oficial)

Resultaría tremendamente injusto que Nocturama pasara a la historia como “la película que rechazó Cannes”. El film de Bonello, emparentado con la notable Elephant de Gus Van Sant, presenta muchos aspectos atractivos más allá de su clara vocación polémica. Ante todo, es un film que te zarandea y desafía como espectador y como ser humano empático en busca de respuestas. Durante su desconcertante, intensa y frenética primera hora, vemos orquestarse un plan macabro llevado a cabo por un grupo de jóvenes de diferentes estratos sociales y orígenes raciales. En su segunda y más dispersa mitad, rodada íntegramente en un centro comercial, no sólo no se ofrece explicación alguna a lo contado con anterioridad, sino que confronta a sus (¿psicópatas?) protagonistas con sus propias ambivalencias y contradicciones, mostrándolos como seres infantiles, irresponsables y vacíos, y, en definitiva, como los resultados y víctimas del sistema al que pertenecen (genial la escena en la que uno de los jóvenes se topa con un maniquí vestido exactamente como él). Y, a pesar de las pocas pinceladas que poseemos de las personalidades de cada uno, resulta inevitable verlos como seres humanos en lugar de como repugnantes asesinos, y es entonces cuando surge la terrorífica, incomodísima e inquietante pregunta: ¿y si ciertos comportamientos psicopáticos pertenecieran a una especie de subcategoría extrema de histeria colectiva? ¿y si, en las más desafortunadas circunstancias, es@ joven hubiera podido ser yo?

Sólo por abducirnos emocionalmente con tanta intensidad, por resultar tan profundamente perturbadora y por hacernos plantear tan clara y contundentemente todas estas cuestiones, Nocturama merece aparecer en cualquier top este año.




7- After the storm, Hirokazu Koreeda (Perlas)

Siempre resulta una gozada reencontrarse con Koreeda. Importa poco que, con 9 films a sus espaldas, los elementos de su microcosmos y sus temáticas nos resulten agradablemente (y, para algun@s, entre l@s que no me encuentro, aburridamente) familiares. El director japonés, como tod@s l@s buen@s storytellers, sabe narrar situaciones universales desde lo personal y particular, crear personajes profunda y conmovedoramente humanos y, sobre todo, es capaz de retratar como nadie las relaciones familiares de principios de siglo XXI. Y lo hace siempre con tanta honestidad y calidez, que lo seguimos dócilmente durante cada tramo del relato.

En esta ocasión se nos presenta una situación con la que resulta difícil no identificarse. Un protagonista dolido, frustrado y consumido por unos sueños y expectativas ¿inalcalzables?, atrapado en un impasse vital en esa cruel etapa de la existencia en la que se nos exige materializar la vida en resultados. También está su encantadora madre, una ex esposa con la que espera reconciliarse y un hijo con el que no se sabe comunicar. Ah, y una tormenta, una fuerza de la naturaleza purificadora y catalizadora, capaz de poner en movimiento cualquier tipo de agua estancada. Y Koreeda nos lo cuenta todo tan bien, que sentimos pena de despedirnos de esta fracturada familia cuando llega el inevitable sayōnara.





6-La reconquista, Jonás Trueba (Sección oficial)

Si yo escribiera y/o dirigiera películas, seguramente, me gustaría hacer algo tan bonito y elegante como La Reconquista. Porque es de una sensibilidad, nostalgia y romanticismo desarmantes, y porque sus personajes reflexionan mucho y bien sobre el amor y la vida, con una sensibilidad rohmeriana y linklateriana que, hasta ahora, ha resultado tristemente insólito en el idioma español. Y con las alas de rara avis desplegadas, consciente de la responsabilidad de rellenar ese hueco fílmico, nos conduce por una primera hora mágica y subyugante en la que sus protagonistas se reencuentran, (se) escuchan, bailan, aprenden, se expresan y callan, delatándose y definiéndose siempre.

En su segunda mitad, pega un volantazo, se desvía casi dolorosamente de ese presente que nos gustaría protagonizar,  y nos conduce directamente al pasado de sus protagonistas, cuando ambos tenían unos precoces e insultantemente maduros 15 años. Y es aquí cuando llega la irregularidad y parte del desencanto como espectador, porque ese segundo acto no se siente tan intenso, contundente y fascinante. Pero tarde o temprano nos volvemos a enganchar para asistir a una más que interesante reflexión sobre el paso (y el peso) del tiempo, la fragilidad del amor y la irremediabilidad de sus cuentas pendientes.
Jonás Trueba confirma con La Reconquista que es un cineasta al que vale la pena seguir. Suya es la love story más bonita, intensa y personal del año. Lamentablemente, a menos que el boca-oreja u otros mecanismos promocionales funcionen, pocos espectadores sabremos que, como cantaba Rafael Berrio, “somos siempre principiantes” o que “debe estar la Arcadia en flor…”





5- La tortuga roja, Michael Dudok de Wit (Perlas)

Hay films que, al descubrirlos por vez primera, te plantean ideas e impresiones antitéticas. En el caso, de La tortuga roja, en mi mente surgió un “¿cómo se le habrá ocurrido a alguien semejante maravilla?” y, al mismo tiempo, “¿cómo es que nadie la había creado hasta ahora?”. Y es que esta fábula silente resulta tan universal, tan profundamente humana, tan deslumbrantemente simbólica y lírica que la conocemos desde siempre (o, más bien, la reconocemos).

La historia es aparentemente sencilla. Un hombre naufraga en una isla. Se le priva de todo, salvo de sí mismo y de su ingenio en plena naturaleza salvaje. Si intención inicial es huir en una balsa, pero no puede. Un obstáculo que no puede ver y que resulta más fuerte y poderoso que si mismo se lo impide. Finalmente el escollo se materializa: es una gigantesca tortuga roja. Loco de ira, el hombre decide atacarla, dominarla, asesinarla incluso. Y cuando el animal yace vulnerable y moribundo boca arriba, descubre que ha cometido un terrible e imperdonable error.

Tras este interesante punto de partida, se nos invita a reflexionar sobre nuestra condición de animales humanos en constante y sana comunión con una naturaleza de la que no podemos y no debemos escapar y a la que nunca podremos dominar, a riesgo de destruir el frágil equilibro que nos sustenta. Et voilà, un prodigio narrativo de 80 escasos minutos poseedor de un enorme carga simbólica, ecologista y emocional. Inolvidable y directa al baúl del inconsciente, como todos los buenos cuentos.





4-  Colossal, Nacho Vigalondo (Sección oficial fuera de concurso)

Lo peor que le puede pasar a lo último de Vigalondo es que un@ lea su sinopsis y espere encontrarse con un film de ciencia ficción “emmerichiano” catastrófico y ultratestosteróneo al uso, una parodia ingeniosa del cine de kaiju, una comedia romántica gamberra o una mezcla más o menos afortunada de todo lo anterior. Colossalno pretende ser nada de eso. Es otra cosa. Si hubiera que definirla sin conocer los 5 niveles que la sustentan, según su director, la calificaríamos como anti-comedia romántica-existencialista-feminista. O, al menos, así es cómo la ve esta humilde bloguera.

La ciencia ficción, aunque está ingeniosamente integrada, sólo es un MacGuffin para hablar de otra cosa: de la crisis de los 30, de las expectativas románticas, de la capacidad de influir/las consecuencias de nuestra irresponsabilidad sobre vidas ajenas, del empowerment femenino, del machismo y de las viejas masculinidades (especialmente la heteropatriarcal y tóxica). Y es en este insólito experimento fílmico o cocktail mezclado y no agitado, donde radica su mayor atractivo y su mayor defecto: sólo puede encantar o dejar indiferente. No hay término medio. Si no entras en sus constantes cambios de tono y género, estás perdid@, Colossal no es tu película.

A mi ya me habría ganado solo por su originalidad marciana, su condición de anti-comedia romántica, sus toques de hilaridad y por su estupenda Anne Hathaway (también productora ejecutiva), pero es su espíritu feminista y su catártico desenlace lo que me han convertido al “vigalondismo” irremediablemente (tanto es así que le perdono sus inconsistencias de guión, su pérdida de ritmo en su segunda mitad y el hecho de no aprovechar del todo sus posibilidades “monstruiles”). Que un film comercial se atreva a contar todo esto desde un agradecidísimo y tristemente insólito punto de vista femenino me anima a creer en el futuro de la humanidad. Gracias, Vigalondo.





3- Toni Erdmann, Maren Ade (Perlas)

La primera película galardonada con el premio Fipresci dirigida por una mujer (subrayado y suspiro de ¿pero cómo han podido tardar tanto?), es de una osadez y equilibrio funanbulil que cuesta creer que exista. Tan pronto resulta hilarante y absurda como dolorosamente seria, sabia y profunda. Y son tantas las veces que noquea que resulta imposible permanecer indiferente o no plegarse ante su inteligencia.

La agridulce relación paternofilial entre una yuppie ultraprofesional y su alocado, solitario y extravagante padre sirve de excusa para servirnos un delicioso cocktail de casi 3 horas perfectamente mezclado en el que, además de la depresión y de la dificultad de mantener relaciones humanas satisfactorias, nos habla de la deshumanización del trabajo y del capitalismo caníbal, entre otros muchos temas. Y la experiencia es tan gozosa, que le perdonamos cierto desmadejamiento hacia la mitad del film (podríamos recortarle media hora sin problemas).

Porque a lo largo de su metraje, los personajes crecen, evolucionan, se humanizan y, de paso, nos humanizan y reconcilian un poco con el mundo. Y por si su visionado no fuera suficiente, Toni Erdmann, con su descacharrante dentadura postiza, nos sigue visitando días después, para que sigamos riendo y enterneciéndonos con sus escenas clave (atención al emotivo momento “abrazo osuno”, la tronchante “the naked party” y a la reveladora interpretación de “The Greatest Love of All”). Gracias a este “dramedy” he aprendido una palabra clave en alemán que se repite a lo largo de todo su metraje y que no creo que sea capaz de olvidar jamás: glück (feliz, suerte, dicha, felicidad). Pues eso.





2- Ma vie de Courgette, Claude Barras (Perlas)

En un festival en el que la duración media de las películas es de 120 minutazos y cuya temática parece abducida, en parte, por desquiciados niños/adolescentes psicópatas, de repente, llega un pequeño huérfano ojeroso apodado Calabacín y nos regala un cuento luminoso, tierno y profundamente humanista de 70 minutos que es todo un prodigio de concisión narrativa y conexión emocional con el espectador. No es de extrañar que esté arrasando y que se lo haya llevado todo (mejor película y premio del público en el festival de Annecy, la candidatura suiza a mejor película de cara a los Oscars y ahora el premio del público del zinemaldi como mejor film europeo).

Delicia artística y visual de stop-motion, Ma vie de courgette es un cuento sobre niños pero en absoluto infantil, que no pierde en ningún momento su estilo grave, hondo, profundamente agridulce que le confiere un tono adulto. Temas como la orfandad, la falta de figuras de apego/amor, la soledad o el duelo en la época más vulnerable de la vida están presentes, pero sorteando una buena parte de sus tópicos y de forma cuidadosa y delicada en todo momento. Cada personaje, desde los niños a los no siempre entrañables adultos, tiene una personalidad muy clara y definida y resulta querible hasta el punto de derrochar emotividad. Contrapunto sano y necesario (no necesaria y exclusivamente festivalero), Ma vie de courgette es uno de esos films “prozac” hechos con tanto mimo y talento que confirman y renuevan tu cinefília.





1-Arrival, Denis Villeneuve (Perlas)

Si hubiera tenido que publicar esta crítica el día que vi la última película del (imparable) director canadiense (o el día siguiente), no habría podido escribir ni una línea. El shock emocional fue tan inmenso que bien podría describirse como síndrome de Stendhal. Y no fui la única. Me atrevo a asegurar que casi tod@s l@s que componíamos el pase de prensa sentimos el mismo doble gancho al corazón y a la cabeza y la misma sensación de trascendencia (no recordaba una reacción del público tan intensa desde Gravity) y lo supimos: Arrivalharía historia.

Una vez más, que nadie se deje “engañar” por su sinopsis (su guión no podría parecerse menos a las películas de invasiones y contactos extraterrestres que ya conocemos). Basada en el relato “Story of Your Life” de Ted Chiang, la experiencia que nos propone Villeneuve supera todas nuestras expectativas como espectadores porque el MacGuffin alienígena es la excusa perfecta para hablarnos, por un lado, de la celebración de comunicación como base moral, social y política de nuestra (y de todas) las sociedades y de la trascendencia del lenguaje como instrumento pacifista y, por otro, nos plantea el estudio del duelo por un ser querido que acaba resultando toda una celebración de la vida, todo ello desde una perspectiva intimista e insólita hasta la fecha.

Arrivales, además, impecable desde el punto de vista técnico y visual (ecos kubrikianos resuenan en más de un fotograma y en algún momento es imposible no pensar en 2001: Una odisea del espacio). Pero el corazón del film, además de la inspirada y ajustadísima música de Jóhann Jóhannsson (atención a la delicada aportación de Max Richter), es Amy Adams, excelente en su papel de lingüista y anti-heroína dividida entre la responsabilidad político-profesional y el abrumador peso de la pérdida (nos recuerda, inevitablemente, a Jodie Foster en Contacty a Jessica Chastain en Interstellar, films con los que Arrival comparte no pocos paralelismos). Y por si todo lo anterior no fuera suficiente, el film posee uno de los más poderosos, líricos y emotivos clímax de la historia del cine reciente (que como espectadores, nos regala, además, una disyuntiva de lo más interesante). ¿Obra maestra? El tiempo lo dirá, pero lo que sí se puede asegurar es que su viaje emocional resulta absolutamente imprescindible. Mágica.


Esta misma entrada, mucho más cuca, en ifyouneedmewhistle.wordpress.com  ;)



#64SSIFF Kalebegiak: Donostia, nik ez zaitut maite

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La capitalidad cultural europea era la excusa perfecta para llevar a la gran pantalla una Donostia, maite zaitutcasi tan ambiciosa como Paris, Je t’aime o New York, I love you. Después de todo, ¿acaso la antiguamente conocida como “pequeña París” o “París del sur” no se merecía también un collage potente de historias?

12 cortos de impecable acabado formal, con géneros que van desde la comedia hasta la animación, pasando por el documental, componen los colores de este Kalebegiak(caleidoscopio) creados por 15 cineastas locales en una heterogénea mezcla entre autor@s consagrad@s (Gracia Querejeta, Julio Medem, Imanol Uribe o Daniel Carparsoro), cineastas conocidos (Borja Cobeaga o Asier Altuna) y nuevas promesas (algun@s, como Iñaki Camacho e Ekain Irigoien, ni siquiera han dado el salto al largo).




Y aunque los films colectivos compuestos por cortos de diferentes director@s son irregulares casi por definición, Kalebegiak, lamentablemente, no sólo no cuenta con esos 2 o 3 cortos de rigor que “salvan los muebles” de la película, sino que transmite una sensación de desgana, de grisura y desapasionamiento tal, que resulta muy tentador abandonar la sala casi desde su inicio.

La mezcla de texturas, luces y colores, posiblemente, será muy distinta dependiendo de la distancia de los ojos que miren a través de este caleidoscopio, pero, como Donostiarra, me ha sorprendido encontrarme con una Donostia prácticamente unidimensional, con el mar y las turísticas playas casi como decorado principal y poblado por historias anodinas, tópicas o dolorosamente didácticas y/o desaprovechadas, haciendo realidad la metáfora de “cartón piedra” de que San Sebastián es “una ciudad de postal”.




Los más reivindicativos y alejados del “playacentrismo” son Daniel Calparsoro e Imanol Uribe. El primero nos muestra el testimonio de una víctima real del terrorismo en el aula de un colegio (la sinopsis habla por sí sola), mientras que Imanol Uribe se desplaza al extrarradio de San Sebastián, en concreto a la 'Casa del Frío', un albergue para que el centenar de sin techo que habitan en la zona. Ambos en clave documental, sin embargo, poseen el mismo defecto que la multipremiada I, Daniel Blake: no podríamos estar más de acuerdo con su fondo y la contundencia reivindicativa de su mensaje, pero no comulgamos con su desgastada, obvia y nada imaginativa didáctico-moralizante forma (los sin techo de ‘La casa del frío’ se merecen un buen documental en toda regla. Su lugar no es un corto en un film de ficción).

Gracia Querejeta firma con Txintxorro el relato más optimista y luminoso, pero la historia resulta anodina y carece de trascendencia (y las actuaciones forzadas de sus niños protagonistas no facilitan la tarea). Borja Cobeaga, por su parte, presenta un corto-gag supuestamente gracioso que, básicamente, sólo hará las delicias de los seguidores de Vaya Semanita que, además sean fans de Master Chef. El punto ciego utiliza uno de los objetos más ñoñostiarras conocidos (el archiconocido y cursi colgante de la barandilla de la Concha que casi todas las niñas de la zona hemos tenido en algún momento) para subrayar aquello que ya nos enseñó hce décadas Blanche Dubois: Siempre he confiado en la bondad de los desconocidos.




Tampoco corren mejor suerte Julio Medem y su La ballena real, ya que ni su humor absurdo ni su supuesta magia enganchan al espectador en ningún momento; mientras que el nostálgico pero excesivamente sentimentaloide Los Angeles Observer, del casi desconocido Luiso Berdejo, nos muestra la insólita amistad entre un ladrón y un anciano que tienen San Sebastián como nexo común. Mención aparte merece el (auto)crítico Narcisso, al que, al menos, hay que reconocerle cierta valentía y espíritu transgresor como zarpazo al ombliguismo donostiarra, pero que acaba cayendo en una inesperada y desagradable grosería de brocha gorda que más que reforzar, debilita su mensaje.

Y es que nadie esperaba un film complaciente con la bella Easo, pero Donostia (y sus artistas y creador@s, que son much@s) no se merecía este desangelado, anodino y nada inspirado collage que en lugar de (re)enamorarnos o (re)descubrirnos la ciudad, sólo nos insta a gritar: Donostia, nik ez zaitut maite!





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Arrival (La llegada): abducción intelectual y emocional (#64SSIFF)

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Si hubiera tenido que publicar esta crítica el día que vi la última película del (imparable) director canadiense o el siguiente, no habría sido capaz de escribir ni una línea. El shock emocional fue tan inmenso que bien podría describirse como síndrome de Stendhal. Y no fui la única. Me atrevo a asegurar que casi tod@s l@s que componíamos el pase de prensa de la pasada edición del zinemaldi sentimos el mismo doble gancho al corazón y a la cabeza y la misma sensación de trascendencia (no recordaba una reacción del público tan intensa desde Gravityy dias después la misma reacción se repetiría en Sitges). Simplemente, lo supimos: Arrival haría historia.




Una vez más, que nadie se deje “engañar” por su sinopsis (su guión no podría parecerse menos a las películas de invasiones y contactos extraterrestres que ya conocemos). Basada en el relato “Story of Your Life” de Ted Chiang, la experiencia que nos propone Villeneuve supera todas nuestras expectativas como espectadores porque el MacGuffin alienígena es la excusa perfecta para hablarnos, por un lado, de la celebración de comunicación como base moral, social y política de nuestra (y de todas) las sociedades y de la trascendencia del lenguaje como instrumento pacifista y, por otro, nos plantea el estudio del duelo por un ser querido que acaba resultando toda una celebración de la vida. Todo ello desde una perspectiva intimista e insólita hasta la fecha.




Arrival es, además, impecable desde el punto de vista técnico y visual (ecos kubrikianos resuenan en más de un fotograma y en algún momento es imposible no pensar en 2001: Una odisea del espacio). Pero el corazón del film, además de la inspirada y ajustadísima música de Jóhann Jóhannsson (atención a la delicada aportación de Max Richter), es Amy Adams, excelente en su papel de lingüista y anti-heroína dividida entre la responsabilidad político-profesional y el abrumador peso de la pérdida (nos recuerda, inevitablemente, a Jodie Foster en Contact y a Jessica Chastain en Interstellar, films con los que La llegada comparte no pocos paralelismos). Y por si todo lo anterior no fuera suficiente, el film posee uno de los más poderosos, líricos y emotivos clímax de la historia del cine reciente (y como espectadores, nos propone, además, una disyuntiva de lo más interesante).





Estrenada (¡oh bendita causalidad!), en el momento en el que más se la necesita (reforzando así su mensaje), la cinta de Villeneuve contiene casi todas las cosas que amo en una película, y es, en mi modesta opinión, la mejor película de este fatídico y odioso 2016. ¿Obra maestra? El tiempo lo dirá, pero lo que sí se puede asegurar es que su abducción resulta mágica y absolutamente imprescindible.




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Animales fantásticos y dónde encontrarlos: Frank de la city

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60 páginas. Ese es el reducido tamaño versión muggle de Animales fantásticos y dónde encontrarlos (también podría haberse titulado Fantastic beasts and where to find them for dummies)que Harry, Hermione, Ron y el resto de los alumnos de Hogwarts tuvieron que estudiar en la controvertida asignatura ‘Cuidado de criaturas mágicas’. Básicamente, contiene, si no me falla la  memoria, una breve biografía de su autor y magizoologo, Newt Scamander, un prólogo by Albus Dumbledore y una guía de criaturas mágicas ordenadas alfabéticamente y por grado de peligrosidad.




Sin despreciar su deslumbrante despliegue de imaginación,  el mayor atractivo del libro radica en las explicaciones lógicas a familiares y eternos misterios sin resolver que habrán hecho las delicias de Iker Jiménez, además de las divertidas notas a pie de página de Harry y Ron, que suponen un nostálgico guiño continuo a cualquier fan de la saga. Si obviamos el despreciable hecho de que está escrito desde el especismo más absoluto (siempre en relación a la utilidad y beneficio que estos animales suponen para los humanos, magos o muggles, en lugar de centrarse en los animales mismos, como individuos únicos), resulta una lectura más o menos entretenida.




Cuando supe, como otr@s tant@s fans de la saga, de su adaptación cinematográfica dirigida por David Yates (again?), pero escrita por la propia autora, la pregunta fue obvia: Por las barbas de Dumbledore, ¿qué habrá hecho la Rowling con este interesante pero brevísimo material? Y la respuesta, lamentablemente, ha sido una especie  de Frank de la jungla urbanita y mágico, entretenido y descafeinadamente correcto (aunque, eso sí, bastante mejor vestido y aseado). Y es que su guión es una mera excusa para mostrar lo que realmente interesa: un espectacular despliegue de criaturas a cada cual más curiosa y extraña, mientras un humano que asegura protegerlas les toca (moderadamente) las narices.




Sin embargo, aún hay, lamentablemente, algo construido de forma más pobre que su guión: sus personajes. Asombrosamente planos y con “carisma introvertido”, caen, en su gran mayoría, en el desgastadísimo y aburrido tópico (el gordito entrañable y torpón, la chica dulce y pícara, el freak peligroso, la mujer dura y tierna, al mismo tiempo, y, uff, el “malo” cutre y chapucero de opereta), aunque el caso más flagrante es el de su (¿aspergeriano?) protagonista Newt Scamander. Básicamente, al caer los títulos de créditos sabemos del famoso magizoologo, prácticamente, lo mismo que en los inicios del film. Apenas hay arco dramático y aunque tampoco nos resulte del todo indiferente (Eddie Redmayne, también hay que decirlo, resulta algo irritante), no lo seguiríamos hasta las profundidades de un lago congelado (y, ni mucho menos, a lo largo de varias secuelas). Teniendo en cuenta que uno de los puntos fuertes de Rowling siempre ha sido crear personajes carismáticos y queribles, resulta doloroso que incluso cualquiera de las personalidades más tópicas y menos trabajadas de la saga potteriana (pongamos una Mrs Norris, por ejemplo) tenga el triple de atractivo que el personaje más robaescenas de Fantastic beasts (o que su descarada pareja masculina Lauren y Hardy magical version).




Tal vez por pura e hipócrita corrección política o por un sano afán de adaptarse a los nuevos tiempos, el Newt cinematográfico se desmarca del literario en que en lugar de un científico y coleccionista cazador de animales raros, es un proteccionista y casi animalista: su intención es cuidarlos y protegerlos, lograr que sean conocidos y queridos en lugar de temidos, despreciados, perseguidos y masacrados. Pero este, uno de los puntos más interesantes de la trama, acaba siendo un leve y superficial apunte. Tampoco se ahonda en los otros dos temas que a mí, particularmente, más me interesaban del guión: el miedo al diferente, la xenofobia o las diferencias culturales humanos versus muggles y UK vs USA (podrían haber dado mucho y divertido juego) y las consecuencias psicopatológicas y físicas de la represión (y demonización) de los poderes mágicos o de la propia esencia.




Pero no todo es negativo, sin embargo. Aunque es cierto que los locos años veinte son extraordinariamente cinematográficos y fotogénicos de por sí, la dirección artística y el maquillaje/peluquería son portentosos (and the Oscar goes to…). También, como no podría ser de otra manera, aprueban con nota sus muy esmerados efectos especiales. David Yates, fiel a su condición de artesano, a grandes rasgos, nos ofrece un producto desaprovechado, anodino y sin personalidad, pero digno, correcto y visualmente espectacular en todo momento. Fan o visitante ocasional del mundo mágico, lo único que queda plantearse es: ¿resulta suficiente para ti?






Spoiler Zone

En una realidad en la que se puede crear un santuario de animales dentro de una maleta o crear hechizos tan poderosos que oculten castillos a ojos de los muggles, resulta de un chapucero insoportable que a Newt se le escapen los animalillos de la maleta de esa forma tan tonta y descuidada en la primera escena. ¿Acaso no había una excusa mejor? Muy mal Rowling, muy mal.




Y siguiendo con Scamander y su torpe presentación, el chico resulta incapaz de atrapar al animalillo ladrón (sin embargo, es de un virtuosismo deslumbrante con la varita en la escena final del film). Cualquier fan de la saga puede citar, al menos, un par de hechizos que detengan en seco y con las manos en las joyas al simpático ladronzuelo (hello? Accio!).




En un film que a priori parecía haberse esforzado un poco por el tema de la paridad de sexos, nos encontramos con el personaje de Porpentina (Katherine Waterstone), una mujer con cierto espíritu feminista cuyas motivaciones no sólo no entiende en ningún momento el espectador, sino que acaba resultando uno de los más sosos y con menos encanto que ha dado el cine el mucho tiempo (y, como no podía ser de otra manera, acaba enamorándose de Scamander by the face, sin que haya un verdadero momento de intimidad compartida o algún vínculo claro entre ambos, porque le toca).




Duele ver, no sólo lo desaprovechadísimo y mal presentado que está el personaje de freak torturado de Ezra Miller (a ver si the flash le aleja del club de los raritos encadenados en serie), sino que el malo maloso del film, AKA Grindewald (Colin Farrell), no sólo ni impone, ni impresiona, ni interesa, sino que el público no entiende sus motivaciones hasta el atropellado final (y para cuando lo hace, básicamente, le da igual). ¿Por qué narices Credence se carga a tanta gente en un acto de furia y sin explicación y sin embargo deja viva a la persona que más le ha traicionado y herido?




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Genius (El editor de libros): "Soso Man"

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¿Detrás de un/a gran escritor/a siempre hay un/a gran editor/a? Poc@s afortunad@s podrían contestar a esta pregunta, aunque posiblemente también sean poc@s l@s que sepan que detrás de algunos de los novelistas más brillantes y carismáticos del siglo pasado (como F. Scott Fitzgerald, Hemingway y, especialmente, Thomas Wolfe), se encontraba Max Perkins, un hombre, en apariencia, más mesurado, conciso e introvertido que un reloj suizo, pero capaz de apasionarse y pulir sin descanso la creatividad de otros, con una entrega más emocional que profesional, hasta conseguir la mejor y más sobresaliente versión de cada uno de ellos.




Su relación con Wolfe, con el que llegó a crear un potentísimo vínculo paterno-filial, es la base y el corazón del film (Perkins fue el único editor en toda la gran manzana que se atrevió a publicar su primera novela ‘El ángel que nos mira’). La megalomanía, petulancia, egocentrismo y obsesión enfermiza por la escritura de Wolfe (podía escribir 5000 palabras por día) chocaban, como un rompeolas, contra la racional y juiciosa serenidad de Perkins. Tal vez lo mejor y más interesante del film, sea ver el apasionado e intenso editing process al que uno somete al otro. Pocas veces vemos en la gran pantalla como se pulieron las grandes obras y para cualquiera que ame la literatura, bien sea como lector/a, escritor@ o amb@s, resulta fascinante. Descripciones excesivamente minuciosas, líneas argumentales innecesarias o personajes secundarios tediosamente magnificados, resultan eliminados de forma quirúrgica, para frustración y dolor casi físico del muy prolífico autor.




Sin embargo, desgraciadamente, ahí y en descubrir a la figura del no demasiado conocido Wolfe, acaba el interés de un biopic que, como bien mencionaba una inspirada crítica, parece cortado por el mismo gris, hipercorrecto y desapasionado corsé del academicismo que ya modelara obras como El discurso del rey, La chica danesa o The imitation game. La historia de amistad/amor (¿pero es que no es lo mismo?) resulta fascinante, más que por lo que se nos muestra, por lo que intuimos tras los muy interesantes hechos reales en los que está basada. Sin embargo, en ningún momento, ni siquiera en el emotivo final, llega a emocionar y conmover como debería.




Tras una puesta en escena exquisita, el drama se muestra frío y asépticamente expuesto, desaprovechando su enorme potencialidad y el carisma de sus personajes (y sus actorazos y actrizazas), tristemente arquetípic@s y sin matices, tanto en su retrato, como en sus relaciones interpersonales (a Fitzgerald nos los muestran como a un “escritor emo” siempre con un pie en la depresión; Zelda Fitzgerald es, simplemente, una estatua catatónica; el personaje de Kidman resulta sencillamente odioso, y Wolfe es ese chico outsider, megalómano y excesivo, que no quiere jugar a las mismas reglas que los demás y que acaba siendo castigado por ello).




En resumen: el multifacético y debutante Michael Grandage no le ha regalado a Max Perkins el film que merecía. Y es que por mucho que un@ llegue a admirar al flemático y entregado editor (no se quitaba el sombrero ni en casa para comer), pulidor de diamantes y corazón del film, nunca llega a empatizar con él o a considerarlo más que un secundario de lujo codeándose con gigantes y tocando, vicariamente, el cielo con las yemas de los dedos. 

Soso, soso man…





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